lunes, 31 de diciembre de 2012

La vuelta al Conurbano en una mañana

De Lomas de Zamora a Merlo y de Merlo a Constitución en seis horas. La misión: llevar los juguetes que donaron los empleados de la empresa SAP para el comedor “Matías, primero los chicos”. Un viaje que iba a ser una odisea y no lo fue. Todo gracias a un colectivero copado de la 266.  

Por Luis Moranelli
Cuando salí de casa, 7.24, pensé que esta sería la crónica de una muerte anunciada. No me llevo bien con la mañana, ni ella conmigo. Pero todo cambió tres minutos después, cuando subí al bondi.
Les cuento: ayer mi abuelo, mientras preparaba el clásico vermú de fin de año que hacemos los machos de la familia (ferné, un toque de soda, gancia, soda y un limoncito adentro), me contó que tuvo un mal augurio. Sí, no cerró el año con ese mensaje positivo que tanto garpa en estas fechas. El tema es así: desde que llegó al país en el 50, para cada Navidad mi abuela hace turdiles, una cosa con forma indefinida y masa crocante que no se parece a nada pero genera adicción. Bueno, este año no lo pudo hacer porque se le cagó un hombro y mi nono dice que hay que leerlo como un mal síntoma. A mí me pasó algo parecido pero al revés. Cuando subí al bondi, lleno hasta las tetas, intenté pagar. Pero el colectivero, creo que más por hinchado las bolas que por bueno, no me cobró. En se momento supe que iba a ser una gran mañana. Tuve un buen augurio, en palabras del nono.
Desde ahí todo fue ganancia. El tren iba tranqui, el 12 hasta ahí, y el viaje hasta SAP, la empresa de Vicente López que nos donó juguetes para llevar al comedor “Matías, primero los chicos”, demoró menos de lo que habíamos calculado con Caravaggio. Tuvimos que esperar un poco el transporte que nos iba a llevar hasta Merlo, es cierto, pero Coty Cartelli nos regaló un rico desayuno. Aunque no lo crean, trabaja en un lugar donde se puede servir todo lo que quiera todo el tiempo.  Un comedor al que sólo le falta el café del Chispa para ser ideal.  

sábado, 22 de diciembre de 2012

A day in the life

Un amigo que ve muchos documentales me contaba que un día va a pasar. Que tarde o temprano, la órbita sobre la que gira la Tierra se va a chanflear, o era un asteroide, bien no me acuerdo. La cosa es que se va a pudrir todo. Lo mismo con el sol.
Un día el sol se va a enfriar. Yo voy a estar en el balcón pelando un salamín picado fino, alguno va a estar recibiendo las notificaciones acosadoras por un nuevo texto en el blog de Tu Tiempo es Hoy, mi abuela va a estar peleando con el jardinero de la vecina para que no corte ligustrina de su lado de la medianera, Piquín va a estar bailando en lo de Tinelli y zaz, patapúfete, zrácate. El sol se va a oscurecer. Si no viste el low battery, báncate el off.
Y chau mundo. Ahí sí.
Mi amigo también me dijo que las estrellas que vemos brillar en el cielo en realidad están apagadas. Que fueron como nuestro febo, millones de años luz atrás, pero que por la enormísima distancia que nos separa de ellas, el tiempo atravesado hasta llegar a nuestros ojos (lo mejor que tiene este blog es la precisión quirúrgica de los datos) no nos permite verlas como están ahora: apagadas, secas, vacías.
Esa condición, dicen en NatGeo y el programa de Viviana Canosa, impide cualquier tipo de vida en los planetas de las galaxias extranjeras. Así es que podríamos estar solos en el universo. Sí, solos. Ni los marcianitos invadidos de Bradbury, ni Principitos, ET o barriletes cósmicos. Nada. Nosotros, acá, ahora, y nada más.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Creer y crear se conjugan igual en primera persona: yo creo

Por Natalia Iocco

Majo Rodriguez Villarroel
No me gusta la palabra solidaridad. Nop, no me gusta pero para nada. Se lo dije a Ariel cuando empezó a formar Tu tiempo es Hoy y lo definía como un proyecto “solidario”. Lo retaba, no me copaba el término. Ayer, cuando salía del último evento del año en Freakman Bar, el primero en Capital Federal, pensaba en eso y en otras cosas. Me acordaba de esa “idea” que un día me contó un amigo ilusionado y, para ser sincera, al principio me parecía un delirio (ojo, sigo creyendo que es un delirio, pero uno hermoso, de esos que valen la pena).
Pero volvamos a la palabra “solidaridad”. Esta mañana se me ocurrió buscarla en la RAE esperando que su definición callara mis prejuicios. Pero no. “Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros”, decía en su primera acepción. Me parece horrible, sobre todo por lo de “circunstancial” y por la parte en que asegura que es “de otros”. Qué podemos esperar de la RAE, le sacó la tilde a “sólo”. No entienden nada.
Majo Rodriguez Villarroel
Pregúntenle a Silvia, del merendero Primero los Chicos, a la gente de Tu Ayuda Suma, a Roberto de Corazones Felices, a los Leoncitos de Moreno, o a cualquiera que se dedique con vocación a darle una mano a los que necesitan. Pregúntenles si para ellos es una adhesión “circunstancial” o una elección casi que de vida. Interróguenlos y que les cuenten si para ellos se trata de la causa “de otros”.
¿Saben qué palabras (verbos) me gustan? Hacer, construir, creer, dar, soñar.
Disculpen. Es fin de año, me resulta inevitable hacer balances, esperanzarme y pensar en lo que viene. Y siento que se vienen cosas buenas.
Anoche, Donde manda marinero, Desde cero, Mariano Scaldaferro y Tal Banda musicalizaron la última fecha de 2012 para Tu tiempo es hoy desde un escenario rodeado de alimentos no perecederos para Primero los chicos y juguetes para que Manos Abiertas acerque a Papá Noel a los lugares donde no llega solo. A eso me refiero cuando digo que están por pasar cosas buenas. Muchas más (y mejores), como esta.

No corras más, tu tiempo es hoy.
Majo Rodriguez Villarroel
Majo Rodriguez Villarroel

lunes, 17 de diciembre de 2012

En Buenos Aires no hay renos

"Me parece que te voy a cagar con el texto", me había advertido Juan Tejedor sobre el pedido que le hicimos para anticipar el último evento de Tu Tiempo es Hoy del año. Por eso ni revisé los mails el fin de semana. Cuando abrí el correo el lunes, confirmé que todavía queda gente que nunca te va a cagar. Y cuando leí, fue como si hubiera recibido una carta de Papá Noel. No el Papá Noel de las publicidades y la gente bien. Uno mejor.

Por Juan Tejedor

Escuchó ruidos que venían de la cocina. Primero se asustó. Estaban todos durmiendo menos ella. ¿Cuánto hacía que daba vueltas en la cama muerta de calor y sin pegar un ojo? “Vos sabés cómo es –le decía siempre la mamá–, Papá Noel hay años que pasa y años que no pasa por acá. Imaginate que tiene que recorrer todo el planeta. Y Argentina está lejos de todo”. Siempre lo mismo, el año pasado había sido igual. Y el anterior también, creía; no se acordaba. El asunto de Papá Noel le alteraba los nervios y terminaba durmiéndose de madrugada. Y ni pensaba en el regalo. Se había acostumbrado, por si no había. Pero quería verlo al viejo. Verlo.
Se asustó porque era la única despierta entonces estaba sola. Primero nada más que eso. Pero después, enseguida, además le vino curiosidad. “¿Será?”, pensó. Los ruidos venían de la cocina. El arbolito estaba en la cocina. Y al lado de la ventana. Y la ventana había quedado abierta, con el calor que hacía, lógico. “Tiene que ser. Voy a ver”, pensó. Le daba un poco de miedo. Además dudaba. Nunca nadie lo había visto. “Yo una vez lo vi. En el baño. Cagando”, había contado un día Epi en la escuela. Pero Epi se la pasaba inventando historias. Nadie le creía a Epi.
Dudaba. “No existe, nena, no seas tarada. Son los padres”, le había dicho Ariel. Pero Ariel siempre la engañaba, le decía cosas para hacerla caer, le escribía cuentas mal hechas en el cuaderno de matemática para que la maestra le pusiera “mal”. Ella estaba convencida de que existía, segura no, pero sí convencida. “No puede ser que no exista”, se dijo. Dudaba, pero se levantó y fue para el lado de la cocina. Seguía escuchando ruidos que venían de ahí. Tenía que ser. Y lo iba a ver.
Se asomó.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Tiempo de leones abiertos a ayudar a los corazones

Si bien un profesor de filosofía me enseñó que la política es el arte de lo posible, más de una vez sentí, incluso en breves momentos de credulidad, confianza o ilusión, que la política partidaria llevó siempre en nuestro país a la fragmentación. Si el fin de la política es el cambio social, si la estación terminal de las acciones políticas es el pueblo, entonces hay algo chanfleado.
No pocos confunden la solidaridad con el proselitismo. Claro que cuando se habla de un pibe descalzo y con hambre, no debe importar un pepino de dónde proviene la ayuda. La ayuda tiene que estar, de cualquier lado.
Pero cuando ese duende –que tiene 6 años y se cruza en el subte con otro de su misma edad sentado a upa de su mamá, con una bolsita de chocolates y las dos zapatillas enteras, la remera sin agujeros, los rulos igual de rulientos pero más limpios, los mocos igual de colgantes pero asistidos a domicilio- es un microscópico trofeo para sumarle una estrellita a la bandera de algún concejal, un diputado, un gobernador, un jefe de gobierno, todo un movimiento, yo me caliento un poco. Más me caliento con la indiferencia, por supuesto.

¿Pero sabés qué? Hay un hormiguero subterráneo que bulle, que resiste casi todas las tormentas y que crece. Son personas, solas o agrupadas, lejos de Batman, de Flash, de la Mujer Maravilla y la nueva versión gay de Linterna Verde y la Liga de la Justicia. Gente que da porque están convencidos de que lo que no se da, se pierde. A ver:

martes, 20 de noviembre de 2012

Vámonos pal' Sur

Cuando arrancó Tu Tiempo es Hoy, soñamos con dar la vuelta al Conurbano y, por supuesto, al globo terráqueo entero. Dos amigos quisieron llevar a Temperley esa idea humilde de usar la música, la birra, la amistad y el domingo para sumar pesados granos de arena a la playa en la que nos tocó vivir. Además de convencer a muchos otros para ayudar a Corazones Felices en nuestro primer evento en Zona Sur, Natalia, una de ellos, se dedicó a contar cómo nos sentimos.

Por Natalia Iocco
Miramos a los pibes en la calle y se nos atraganta un abrazo. Los vemos jugar o sonreír y se nos infla el pecho de esperanza. Vemos que necesitan, que les falta. Leemos que son cifras que algunos analizan a su favor o contra otros. Queremos que las cosas cambien, que los nenes sean nenes y que sólo piensen en jugar. Nos preguntamos qué o cómo ayudar, cómo ser gestores de un cambio. Mientras algunos buscamos la manera y otros se miran el ombligo, hay personas que se levantan todos los días para hacer algo, y hacen algo para que los chicos tengan un lugar donde ser chicos.
Eso pensé el domingo cuando llegué a Corazones Felices, una asociación que le da un espacio de contención a 90 pibes del barrio San José, de Temperley. Roberto y Silvia están al frente. Les dan clases de taekwondo, danza y apoyo escolar. Los sábados, desayuno, almuerzo y merienda.
Pero el domingo pasado le abrieron las puertas a Tu tiempo es hoy. Y allá fuimos. Por primera vez a Zona Sur con un evento para darle una mano a esta ONG.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Otro día de buenas noticias


Buenas, soy un tal Luis Moranelli y les traigo un notición. Hace un tiempo descubrí una receta para hacer frente a tanto quilombo y pensar, al menos por un rato, que hay materia prima para imaginar algo mejor. No digo que uno le puede ganar así de fácil a ese cardumen de malas noticias, injusticias, mentiras, hipocresía, cinismo, ochoenes y sietesd que nos atacan sin piedad. Pero hay un buen ejercicio: recordar durante unos segundos a las miles de personas que todos los días hacen algo para ayudar a otro. Poco o mucho, algo. Los famosos voluntarios, una especie rara que por suerte parece estar atravesando una interesante etapa reproductiva.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Plegaria para los niños despiertos

Corrientes y Talcahuano, 1.30 am de un miércoles cualquiera. En el medio de las luces (o tal vez en el fondo); en el fondo de las luces, de los vestidos largos y los anillos que salen del teatro, de los vendedores de sahumerios y collares, los carritos repletos de cartón esquivando colectivos y el acento portugués, hay un niño acurrucado contra una chapa.
Piñero y Lasalle, 9 am de un viernes distinto. Entre el mar de enanos que saludan a los dos extraños desde el piso, con besos voladores y aplausos, no tan obedientes como divertidos, un chico se escapa. Se acerca para dejar las cosas en claro.
-Yo quiero una remera anaranjada –avisa uno de los 440 alumnos del Jardín 902 de José C. Paz.

lunes, 24 de septiembre de 2012

¿Y ahora quién podrá ayudarnos?

-Y entonces nos re ando juntos porq in del mundo, pero en ¿hola? ¿la?
Así la escuchaba a Cecilia por obra y gracia de mi teléfono, del suyo, de la mala señal o de algún pájaro carpintero que masticó la antena cancerígena que se erige frente a casa. Por eso, le pedí un número de línea y me reí cuando se lo preguntó a la madre.
-¿No te acordás de tu número? –le dije, una vez recuperada la completitud de las palabras.
-No, soy un desastre.
-Espero que te acuerdes de los guiones.
-Sí, de eso sí, porque me gusta.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Zapateo sudamericano


Delante de Rosita camina el andador. Lo sacude, lo zarandea de un lado a otro frenéticamente, y él se la banca.
-Es mi primera salida. Bah, la segunda –dice, con una sonrisa que no grafica tres huesos quebrados tras un paso en falso para bajar una escalera.
La llamé para preguntarle si los jardines de infantes para los que había juntado juguetes el día del niño, en Pelthom Bar, andaban necesitados de algo más. Y aunque el micrófono de mi celular me viene jugando malas pasadas (sobre todo cuando estoy en el tren y sólo vuelve a funcionar para que mi interlocutor escuche el “la puta que lo parió”), hice bien.
Al Jardín 902, creado hace 28 años con el viejo Plan Sarmiento, asisten 440 niños que lo convierten en el segundo más populoso de José C. Paz. No sólo van los que viven alrededor, en el barrio San Fernando, de Vucetich. Chicos de San Atilio, en el límite con Derqui, llegan hasta el 902, por ser el más cercano en la laboriosa avenida Croacia.
Aunque ofrece desayuno o merienda según el turno, sólo tiene cupo y recibe dinero para darle el almuerzo a 280 chicos. Con la comida que obtiene para los 280 (cada vez menos carne, cada vez más fideos o arroz que tratan de enriquecer con acuerdos y solidaridad de los proveedores), comen los 440. Lo hacen en las aulas, como medida para controlar que los duendes se alimenten y no guarden la comida en tapers, sí, tapers, bien en criollo, recipientes que los padres les dan para que guarden algo para sus hermanitos.
-Nunca me voy a olvidar de un chiquito que decía que era culpable –recuerda Rosita, quien casi fue una de las maestras fundadoras y es recordada hasta por las baldosas. Y durante el relato, su sonrisa se desdibuja, aunque sus ojos color de océano brillan con mayor intensidad. –Decía que tenía la culpa porque al hermano, cuando se lo llevaron preso, él no alcanzó a avisarle que la policía estaba en la puerta. Cinco años, tenía.
Ella y las actuales docentes del Jardín 902 no son maestras. Son magas. No comparten por Facebook imágenes conmovedoras de la pobreza o páginas de protestas alicaídas. Ellas meten a diario las patitas en el barro y, cuando Alvarito y José Luis, dos hijos de familia cartonera, van a la escuela con zapatillas rotas o talle 42, juntan guita, se meten en sus hogares, mueven el culo, putean al viento.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Gente que sí


Me cansé, viejo. No, no me cansé, me aburrí. Me exasperó la gente que insiste en eso de que no hay gente como la gente. De que no se puede ya confiar en nadie. Todo el tiempo, por pisado, fue mejor. Ya no existe la palabra. Blablablá blablá, blablá.
No podría precisar hace cuánto vengo topándome con los eslabones de una cadena de oro, no porque sea el metal para invertir en épocas en las que el valor del dólar amenaza aparentemente con desatar una guerra civil y extinguir a nuestro país, sino por su brillo, por su semejanza al sol.
Al último lo crucé hoy. Humberto, guitarrista y cantor de zambas y chacareras, uno de los pocos del género que lograron conmoverme y me llevaron a conocerlo. Cada vez que pasa por mi vagón del ferrocarril San Martín, una mirada cómplice antecede a la pieza de Horacio Guaraní. Humberto sabe que es mi folclorista preferido.

martes, 24 de julio de 2012

Todos los juguetes van al cielo

La escena tenía algo de reconfortante, una dulcísima miel para el ego, pero a la vez generaba un vacío helado en donde debió haber estado el pecho. Si existe algo menos sólido que un fantasma, es un fantasma en un sueño. Por eso es que el dolor y la tristeza llegaban como la última agitación de la espuma del mar en madrugada. No alcanzaban el mote de ola, pero igual helaban la planta del pie.
Allí estaba yo, cerca del techo de la sala mortuoria, mirándome a mí, o a lo que quedaba de mi disfraz, en un costoso ataúd laqueado, viendo a quienes más lloraban sin poder abrazarlos, oyendo a los que se lamentaban sin poder compadecerlos, admirando a quienes hacían chistes sin poder agradecerles. De a poco el tiempo (que ya, entonces, comprendía como logra hacerlo alguien que murió, dejaba de existir y palparse, no tenía más peso ni materia) se agotaba y me tiraba para arriba. El techo me aspiraba, comenzaba a desintegrarme, y el cielo raso y el cemento y yo éramos lo mismo, no veo más lágrimas, no escucho más llantos, súbitamente olvido la forma de mi rostro y la de todos.

No sé si el lugar al que llegué, incorpóreo y azulado, era el cielo o algunos de esos espacios mágicos de los cuentos terrenales. En los sueños (incluso los más hermosos y terribles, esos de los que despertás con el ojo derecho mojado y la almohada, que acusa recibo, te dice que no es una lagaña, viejo, que no te alcanza con babearme y ahora también me tengo que aguantar tus lágrimas de puto), las cosas no tienen orden ni constancia de CUIL.
No había nubes ni fuego, arpas ni rugidos, ángeles ni mujeres. Sólo estaba Botellita. Como en las películas o los dibujos animados, me refregué ambos ojos con los puños cerrados. Seguía ahí.
-¿Sos vos? –le pregunté, con la fantástica certeza de que hablaba, de que ahí, en el sueño de mi muerte, no era un osito de peluche, o quizás lo era pero podía responderme.
-Sí –me dijo, pero sin mover la boca, eh. No es que era un osito que había cobrado vida.

lunes, 16 de julio de 2012

Acercarse a la ventana


-¿Sabes -preguntó Peter-, por qué las golondrinas anidan en los aleros de las casas? Es para escuchar cuentos. Ay, Wendy, tu madre os estaba contando una historia preciosa.

-¿Qué historia era?

-La del príncipe que no podía encontrar a la dama que llevaba el zapatito de cristal.
-Peter -dijo Wendy emocionada-, ésa era Cenicienta y él la encontró y vivieron felices para siempre.
Peter se puso tan contento que se levantó del suelo, donde habían estado sentados y corrió a la ventana.
-¿Dónde vas? -exclamó ella alarmada.
-A decírselo a los demás chicos.
-No te vayas, Peter -le rogó ella-, me sé muchos cuentos.
Ésas fueron sus palabras exactas, así que no hay forma de negar que fue ella la que tentó a él primero.
Él regresó, con un brillo codicioso en los ojos que debería haberla puesto en guardia, pero no fue así.
-¡Qué historias podría contarles a los chicos! -exclamó y entonces Peter la agarró y comenzó a arrastrarla hacia la ventana.
-Wendy, ven conmigo y cuéntaselo a los demás chicos. Como es natural se sintió muy halagada de que se lo pidiera, pero dijo:
-Ay, no puedo. ¡Piensa en mamá! Además, no sé volar.
-Yo te enseñaré.
-Oh, qué maravilla poder volar.
-Te enseñaré a subirte a la ventana y luego, allá vamos.
-¡Oooh! -exclamó ella entusiasmada.
-Wendy. Wendy, cuando estás durmiendo en esa estúpida cama podrías estar volando conmigo diciéndoles cosas graciosas a las estrellas.
  
Cuando apoyé la cabeza en la almohada, horas después de que Rosita me contara su idea para celebrar el Día del Niño, no tardé en recordar a Peter Pan. Hacía mucho frío, mi ventana tiene persianas pesadas y mi habitación da a una ruta provincial. Estas son sólo algunas de las razones por las que el niño eterno nunca se apersonó más que en pensamientos, como volvió a hacerlo cuando supe del plan de la gente de Pelthom Bar.

lunes, 2 de julio de 2012

En la boca del León


-Y ahora –dijo Patricia dejando asomar otra vez esa sonrisa frenética- dejo que hablen ellos.
Ellos éramos nosotros. Un grupo de los Leoncitos de Moreno, chicos que promediaban los diez años, se alistaron en una especie de fila escalonada y pararon las orejas. Nos miraron serios, respetuosos, algunos de ellos escudriñaron nuestros ojos (yo supe que activaban, pensar que son tan chicos, los radares anti hipocresía, las antenas que heredaron de sus padres, cuyos organismos generaron anticuerpos para resistir el doble interés, la mano extendida con un minúsculo alfiler entre el pulgar y el índice).
No era joda. Las palabras que eligiera para dedicarles, las frases que les dejara este grupo de extraños que llegó un domingo cualquiera en una camioneta con cajas de ropa, libros y paquetes de comida, debían ser dignas de semejante atención.
Por supuesto, la altura de las circunstancias resultó más elevada de lo esperado. Pero lo importante fue la conclusión. Personas como Patricia, líder de los Leoncitos, dueña de un entusiasmo de acero y una voluntad de titanio, se cargan sobre la espalda las agujas del reloj, la historia de los libros y los libros de historia.

lunes, 25 de junio de 2012

Bienvenidos a la máquina


(Lucía Luna)
La escuché desde el escenario, entre los murmullos por la preparación de la fiesta que se iba a transformar en una máquina mejoramundos. Una vocecita, que por pigmea no dejaba de ser vigorosa, gritó entre el río de rostros. “¡Ariel, te quiero!”, me seccionó sin anestesia. Para descubrirla tuve que mirar bajo la línea de altura media del público.
Era Jade. Menuda, de pelo rubio y lacio, la hija de Sandra (amiga de la infancia de mi madre y algo así como una tía postiza) me miraba con la atención que un niño de seis años es capaz de dedicar a las cuerdas de una guitarra, a las luces verdes y azules de un escenario, a la pureza de una canción. No pude más que dedicarle el siguiente tema antes de que se acercara a darme un beso. Ahí fue que se congeló el mundo y entendí todo.

lunes, 18 de junio de 2012

A nadie le amarga un dulce

Ya sabíamos que íbamos a colaborar con los Leoncitos de Moreno cuando Victoria conoció a una vecina de Bella Vista que cocina todos los fines de semana para quienes duermen en las estaciones del ferrocarril San Martín o la plaza. ¿Pero los destinos solidarios no iban a ser uno por evento? ¡No tenemos idea! Aprendemos sobre la marcha de gente como Susana. 

Por Victoria De Tonmasso
Di con su teléfono una de esas tardes cálidas que se prestan para salir a caminar al corredor de Bella Vista. Me paré a comprar en un kiosquito y lo vi. A disposición de todos, en un cartelito que invitaba a colaborar, estaba el celular de Susana. Llegué a casa y la llamé. Percibí la voz de una persona mayor con energía adolescente, y confirmé esa impresión el día que la conocí personalmente. Tras varias tazas de café y un recorrido por su casa, en cuyo suelo reposaban varias bolsas de ropa, la mujer detrás de la sonrisa se hizo relato.
Susana recorre las estaciones del ferrocarril con comida
para quienes duermen allí. (Lucila Munilla Lacasa).
Para Susana, la solidaridad es un modo de vida, una necesidad básica. Empezó con un comedor que levantó con sus propias manos y esfuerzo. Estuvo en pie durante ocho años, tiempo en el que se le plantó a la crisis y acogió en un lugar que consiguió prestado a decenas de chicos que necesitaban un plato de comida y un par de zapatos que sus padres no les podían brindar. Desde entonces, además, colabora atendiendo teléfonos en Cáritas y Red Solidaria, moviéndose de acá para allá y consiguiendo lo que le piden.
Hace poco más de dos años, insatisfecha con la ayuda que brinda a las ONG, además de la iglesia de su barrio, Susana se vio motivada por las juntadas porteñas en las que los jóvenes y adultos preparan ollas de guiso y brindan abrigo y techo a quienes duermen en la calle, en el banco de las plazas o  las escalinatas de los templos. Como en la Ciudad todas las zonas estaban cubiertas, una amiga le aconsejó implementar el mismo proyecto en su barrio.

jueves, 14 de junio de 2012

Enderezando la cancha

Es sencillo para Riquelme, Roger Waters y Marcelo Tinelli ser solidarios. Y hasta porai' les hacen unas rebajitas en el impuesto a las ganancias. Sin embargo, mi amigo Moranelli escuchó que Damián Akerman, goleador del Deportivo Morón, apadrina a los Leoncitos de Moreno, escuelita de fútbol que recibirá las donaciones de Tu Tiempo es Hoy. Y se entusiasmó contando cómo es ayudar desde el bajo perfil del fútbol de Ascenso.


Por Luis Moranelli
Akerman es el goleador e ídolo del Gallito.
Damián Akerman no es Palermo, no es el Bichi Fuertes, no es Wayne Rooney. Ojo, no estamos hablando estrictamente de cuestiones futbolísticas. Tiene más de 120 goles en el fútbol profesional y es el máximo anotador del club Deportivo Morón. Chupateesamandarina y hacé lo que quieras con los carozos. 
Ahora bien, hay algo que innegable: no es famoso. No hace publicidades de celulares, no se lo nombra en los programas en los que Pagani grita día y noche y, por ahora, ninguna botinera salió a contar locas aventuras junto a él.

lunes, 11 de junio de 2012

La pelota limpia


Después de la eliminación en el último Mundial de Alemania 2010, escribí algo así:

Para festejar, la pelota es una excusa, claro. La excusa más perfecta de todas, la más redonda, valga la redundancia (o la redondancia). Porque con la pelota, algunas veces el pobresoñador está más cerca que en ningún otro ámbito del poderosoganador. 
Con la pelota, sos vos y soy yo; ella, vos y yo, aunque cause gracia sentirse juez y parte de un equipo de fútbol, porque ellos viven sus sueldos, cobran sus vidas y caminan otras calles. Pero no interesa: son la pelota, vos y yo. Vos, que aun siendo del primer inmundo y manejando los hilos de la UE y la European Round Table of Industrialists, estás solo con tus pares frente a mí con los míos, nosotros que mendigamos trabajo afuera y que dejamos de ser hace rato el granero de nada. Y yo te puedo ganar, mal que te pese, por eso sonrío
”.

Para aquellos que no se focalizan en los tobillos de los habilidosos ni en correr con desparpajo detrás del balón, no hacen falta contratos millonarios de los astros del fútbol para conquistar la gloria. Un rectángulo de césped, un arco y ella bastan. El mundo desaparece y nada importa ya. Los del pantano pueden germinar una flor con una gambeta y los solitarios sentirse acompañados en el nunca mejor ilustre abrazo de gol.

domingo, 3 de junio de 2012

El otro cacerolazo



El comedor "Primero los Niños" queda en Mariano Acosta,
partido de Merlo.
-A veces las madres se traen sus ollas, y como tienen agujeros tapados con algún trapito, les doy una de las mías. Acá siempre que hay comida, se cocina.
  
A Silvia le sobran razones para quejarse. Hizo lo imposible y más para criar a su hijo Matías, que padecía una grave enfermedad neurodegenerativa. Vive en una humilde casita del barrio Santa Isabel, en Mariano Acosta, donde el fondo de Merlo comienza a vislumbrar Marcos Paz. Tiene un par de garrafas que le dan gas y algunas estufas que mantienen cálidos dos espacios: la habitación y un cuarto en el que acumula las bolsas llenas de ropa que repartirá entre los duendes del barrio, a los que ayuda a crecer, formarse, alejarse de lo malo (porque nadie puede discernir entre el bien y el mal, pero todos somos capaces de distinguir qué es bueno y malo para nosotros y los que nos rodean).

lunes, 28 de mayo de 2012

De Beatles, rockabilly y solidaridad

Por Carolina Scartascini 

Nacho y Pablo, los Paul y George de Ayres Beatle Band.
No recibí ningún “no” en respuesta. -¿Me comprás una rifa?- preguntaba, y lo más parecido a una negativa fue un “ya le compré a la otra chica”. Admito que mentí. A ellos les dije que la rifa se vencía en diez minutos sólo para que nos compren otra. Pero estoy segura de que sabían que era un engaño porque compraban nuevamente, sólo por el gesto de colaborar con la causa. Mientras el rockabilly nos curtía dulcemente, con Milena correteábamos por el bar, abajo-arriba-escalera-baño-barra, y vendíamos a lo loco. Yo nunca había vendido rifas, ni siquiera en época de colegio; lo fantástico fue encontrarme con respuestas sonrientes, con ganas de ayudar.
Sam and the Roll Boys.
La escalera de Il Amichi era como un balconcito en el que la gente se asomaba para ver tocar a Sam and the Roll Boys –primero- y a Ayres Beatle Band –después-. Cerquita del primer escalón, casi entorpeciendo el paso de la mesera, estaba Renzo. Él pintaba con la música el cuadro que sería sorteado más tarde. Uno pasaba y veía como, minuto a minuto, se llenaba el lienzo, por naturaleza blanco, con el color del rock. De a $ 4 el número, o $ 5 cuando los más generosos dejaban la “propina”, se juntaron $ 322 que sirvieron para costear los gastos del traslado y sonido y, también, para sumar donaciones a lo recaudado: cuatro bolsas de consorcio con ropa y abrigo, las tres cajas con libros de cuentos, diccionarios y enciclopedias, la bolsa con útiles escolares, 41 paquetes de fideos, 16 de arroz, 15 latas de tomate, 10 paquetes de polenta, 8 de galletitas, 3 de azúcar, 3 de lentejas, 2 cajas de té, 2 de bizcochuelo, 2 de harina, 2 leches, un paquete de tostadas, uno de copos de maíz azucarados y 1 de yerba, con lo cara que está.

jueves, 17 de mayo de 2012

Subí al rayo que te llevo

Por Juan Tejedor

“Ya móntate en el rayo para ir”, dice el tipo que le puso música a la frase “tu tiempo es hoy”, en otra de sus canciones jóvenes. Dice “móntate”, esdrújulo, y no “montate”, como se dice. Spinetta cuando escribía y cuando cantaba hablaba de tú, más allá de algún voseo eventualísimo y hasta, a veces, ripioso como el “y vos me respóndes” de “Nena boba” que parece querer demostrar que el vos no puede contra el tú en la lírica flaca. Quién sabe los motivos. Pudo ser la influencia del bolero que reinaba antes de que el rock fuera argentino junto con los Teen Tops y hasta la Nueva Ola de Palito y sus secuaces. Pudo ser que Luis prefiriera ese decir sutil para la cadencia sin cunetas de sus versos. Spinetta abrazó el tú de entrada y se quedó en él para siempre. “Móntate en el rayo”, entonces, invitó y requirió –que suele ser casi lo mismo— sobre una secuencia del si bemol al re. Tenía razón, como habitualmente. Estos rufianes de Tu Tiempo es Hoy lo saben.

jueves, 10 de mayo de 2012

El arte de las musas


-Queríamos hacer algo para ayudar, pero no sabíamos por dónde empezar –me cuenta Micaela.
La frase me suena. Me preocupa repetir frases. Me preocupa repetirme, que la solidaridad se vuelva un discurso, que los sentimientos se transformen en palabras. Pero entiendo a Micaela.
¿Cuántos así habrá en mi barrio? ¿En la provincia de Buenos Aires? ¿Y en el continente?
Pienso.
Recuerdo a Victoria, cuando me dijo con voz trémula pero convencida que si cada persona del planeta ayudara a alguien que no tiene para comer, que no tiene para vestirse, no habría indigencia.
-Con Juano recorrimos varios hogares o comedores de Ramos Mejía, pero en todos nos daban vueltas, o nos trataban raro –retoma Mica. Ah, Juano es su hermano –Ninguno nos convencía. A través de una doctora amiga suya, dimos con Silvia.

lunes, 30 de abril de 2012

No hay frío que aguante


Cada tanto pasaba un tren y, con un bocinazo, intentaba ahuyentar al frío. Pero no. Al contrario. Parecía sacudir ese vientito que me obligaba a pensar, entre tanta cosa dando vueltas por el pecho y el bocho, en cómo hacen en la base Marambio, cómo hacen los isleños de Malvinas, cómo hace Rodolfo, el señor que duerme en la calle, se sumó a las cenas de Manos Abiertas poco tiempo atrás, está haciendo talleres de panadería y trabaja durante cada evento para ayudar a la agrupación que lo rescató.
Tampoco sé bien cómo hicimos nosotros. Cuando las nubes se arremolinaban allá arriba y el gris se volvía marrón, cuando el escenario, los instrumentos, cables y amplificadores se entregaban indefensos a la clemencia del cielo, pensé lo peor.
-Ya sale el sol. Te lo prometo –le decía a todos, pero internamente me imaginaba a la batería y los 34 integrantes de la Socialista VillaClub FunkBand volando por los aires entre un camión y una vaca, al mejor estilo Kentucky en videos de la CNN. El sol no salió, pero el único tornado que hizo mover las patitas a todos fue la música.

miércoles, 25 de abril de 2012

Cada gota del mar


Te juro que es así como te lo cuento. Sí, ya sé que suena a leyenda (con)urbana. Como la bañera llena de hielos y tus riñones saludándote desde una Traffic. La burundanga o la novela de Vandenbroele. Pero las cosas fueron así como te las estoy contando. Es importante que prestes atención. ¿Que cómo me enteré? Porque apareció Arielito con la cuestión y arengó con esa idea que tiene del periodismo solidario, la historia fundacional del Bar del paraíso y todo lo demás. Y viste cómo es. Ahora que se le metió en la cabeza el tema de “mejorar el mundo sin dejar de disfrutar del arte, los amigos y la cerveza” está mezclando todo con todo. La cosa es que un mediodía me cruzó por chat, me hizo un planteo delirante (no, bueno, tampoco puedo contarte todo) y después me largó la historia de Willy.

martes, 17 de abril de 2012

Bar del paraíso

No estaban de moda el speed o las cervezas artesanales, ni los necesitaban, Manuel, Mariano, Juan José y Cornelio cuando gestaban la revolución contra Baltasar Hidalgo de Cisneros, esa que conformaría el primer gobierno patrio, hace casi 201 años. Pero es famosa la historia que describe cómo las primeras ideas insurgentes nacieron en un bar.
No se conocen las coordenadas del local, aunque se cuenta que estaba cerca del río y, por ende, del burbujeante hervor del comercio y los condimentos culturales para la siempre ensaladosa Buenos Aires.
Sí he leído acerca de Don Pedro, el temerario dueño de la pocilga que ofrecía barra, aguardiente y mesas para las asambleas de quienes ilustrarían nuestros pesos. También escuché nombrar a Inmaculada, la joven que les servía las bebidas, cortaba la rudeza del ambiente con el perfume de los jazmines y hasta habría roto el corazón de Castelli sin querer queriendo.

lunes, 9 de abril de 2012

De manos y cabezas abiertas


Una señora niega con la cabeza. Tiene en los rulos la tintura de hace algunos días, un reloj distinguido y un maletín de cuero negro. El duendecito, descalzo, se limpia los mocos con la misma mano que extiende a los pasajeros para saludarlos uno por uno, acaso un buen golpe de marketing enseñado estratégicamente.
Una chica le da cincuenta centavos al duende, que canta y toca un acordeón de fantasía (lo más parecido a jugar) a la vez. La señora vuelve a negar con la cabeza, ahora reprobando la actitud de su vecina de vagón.
-Se lo dan a los padres. O se compran droga –me susurra. Yo hago de cuenta que los auriculares no me dejaron escucharla y me abstraigo mirando la ventanilla, la lluvia, los aviones de El Palomar.
No tengo ganas de discutir, hoy. Me da pachorra y –me reconozco errado y escéptico- no voy a cambiar mucho. Pero déjeme decirle internamente, señora, que lo suyo es una excusa.
Alguna vez pensé como usted. Conozco gente respetable que también lo hace. Un día, vi como uno de estos duendecitos, de no más de ocho años, recibía una paliza en el andén de Retiro. La que lo golpeaba podría ser su madre o su hermana mayor. Lo que supe con certeza es que le pegaba y lo cacheteaba por haber gastado parte de las limosnas recaudadas ese día.

lunes, 2 de abril de 2012

El otro séptimo día


Nos reímos. Sonreímos. Vimos, en silencio, el brillo congelado de la muerte en un par de ojos vidriosos. Nos arrodillamos ante Javier, un joven de 31 años que por una rara enfermedad que le produjo agua en el cerebro quedó “como un vegetal”, como él mismo cuenta, nos arrodillamos ante él y ante su humilde agradecimiento, nos emocionamos cuando nos pregunta cómo nos fue con el evento musical, le contamos que Kalimba toca bárbaro y que juntamos muchísimas cosas.
Nos conmovimos cuando dos vagabundos que nos vieron entrando cajas y bolsas con ropa pidieron un saco, una camperita, algo, nos aliviamos cumpliendo y viéndolos abstraer sus miradas de nuevo, dirigir sus ideas al infinito, acaso al recuerdo nublado de lo que alguna vez fueron. Tuvimos la idea de armar viandas pero de ropa, una bolsita con un pantalón, una remera, un buzo, y llevarlas a todo aquel que nos crucemos en situaciones parecidas.
Nos pusimos azules con rayitas verde fluorescente de tranquilos cuando los pacientes del Larcade nos contaron lo bien que los trataban sus segundas madres, las enfermeras, cuando conocimos a Yolanda, Nito y Rosario, tres de los voluntarios que se encargan de que todos los días en el Mercante los internados sociales, que no tienen familia, tengan alguien que les hable, que les de la comida, que les corte el pelo.

domingo, 1 de abril de 2012

Caminante, hay camino


Daniel Mecca es un joven periodista y amigo que demuestra que la madurez no está emparentada con la edad, sino con lo vivido. Como tuvo reiteradas experiencias dando apoyo escolar en la Villa 20, de Lugano, le pedí que usara su historia para contagiar a la gente de solidaridad, le pedí que enumerara las razones para colaborar.
Como lo conocía, ya sabía que Mecca no me iba a hacer caso en una puta línea. Sabía que iba a citar al Che y a un tal  Dschelaleden Rumí a la vez, que iba a sacudirnos la modorra del conformismo occidental, a recordar que "somos apenas un pliego de un pliego de una ola en un inmenso mar inmenso". Mecca y la desobediencia van de la mano. Y desobedeciendo, empieza su texto. Entrenlén.


“No hay caminos, hay que caminar”, filosofa una antigua frase. Empecemos, entonces, por la desobediencia: sí hay caminos y sí hay que caminar. En la arquitectura incierta de los días, es importante saber hacia dónde vamos siempre –hacia dónde queremos ir- para empezar a construir el quiénes somos. Tener en claro el camino, no perder el foco, es una las estructuras conceptuales necesarias para toda lucha.

lunes, 26 de marzo de 2012

Ayer, hoy, mañana

Un mar de ropa. Literalmente. Hago esnórquel entre las bolsas aún cerradas, los sacos, pilotos, remeras y bufandas de lo más variopintas para pasar del pasillo de nuestra sala de ensayo devenida en depósito al jardín. Así, levantando los pies, clasificamos las prendas útiles para los pacientes de los hospitales Mercante y Larcade.
Las felicitaciones, saludos y agradecimientos no superan la gratificación de confirmar que teníamos razón, que son muchos los que tienen ganas de hacer algo para cambiar el mundo, para mejorarlo, pero no saben por dónde empezar. Que sumando un ladrillito todos podemos hacer una pared

miércoles, 14 de marzo de 2012

Si estas no son redes sociales, las redes dónde están

-Holis, señor que escribe en el blog y me rompe las pelotas para que comparta y ponga me gusta en cada posteo del Facebook. 
-¡Holis, Equis! ¿Cómo estás?
-Biennnnnn. Ya puse me gusta. Jiji.
-Buenísimo, igual ya hay otro posteo al que podrías ir aplicándole el pulgarcito pa'rriba...
-Sí, sí, ahora termino de darle el balanceado a los axolotes y lo hago... ¿Puedo hacerle una pregunta?
-Las que quieras, Equis.
-¿Cómo hago para colaborar sin sumarme como staff fijo de Tu Tiempo es Hoy? No puedo ir a las reuniones de los miércoles ni participar de la organización de las fechas.
-Fácil, loquis. Hacé como Ani Fernández. Ella era una jovencita inquieta de Los Polvorines que se armó un afiche rojo pasión (?), le hizo el loguito de Tu Tiempo es Hoy y lo pegó en el local en el que trabaja, en San Miguel, pidiendo donaciones para los pacientes del Mercante y Larcade, para la fecha de Kalimba, el 25 en Pelthom.
-¿De en serio, señor que escribe?
-Sí, te lo juro.
-No te la puedo. ¿De veras?
-Sí.
-Nah... ¡¿Posta?!
-Sí. Gracias, vuelvan pronto.
-Jojo, qué loco es usted.
-Sí, un loco bárbaro.
-Voy a hacer como Ani Fernández. ¿Qué más le pongo al afiche que voy a colgar en la Heladería Las dos Bochas?
-Y, mandale el link de Facebook, mandale. Y el blog.
-Buenísimo. ¡Qué fácil que era ayudar a ayudar!
-¿Viste, vos? Soplar y hacer botella.
-¿Le puedo hacer otra pregunta, señor?
-Sí, claro.
-¿Usted es muy abuelo, que usa todas esas frases ridículas?
-No, querida. Que te garúe finito. Nos vemos el domingo 25.

lunes, 12 de marzo de 2012

Chupate ese cronómetro

Un año cuenta con algo así como medio millón de minutos. Quinientos veinticinco mil seiscientos (525.600), para ser más exactos. Y si hablamos de años bisiestos, como nuestro impaciente 2012, son 527.040.
El tiempo, ah, esa criatura omnívora que obsesionó hasta la literatura a grandes pensadores, poetas y personajes históricos como Escipión Nasica, Julio Cortázar, Roger Waters y Paolo el Rockero, nos desvela como pocas otras preocupaciones humanas. 
¿Cómo aprovecharlo? ¿Hay una fórmula para evitar que se escurra entre los dedos de la mano izquierda (es sabido que la capacidad de separarlos es mayor de ese lado)?

lunes, 5 de marzo de 2012

Parte de los pasillos

Ojos de papel

Marcos abre bien grandes, redondos, sus dos faroles verdes. Resulta imposible dejar de mirarlo mirar. Desde hace dos años, cuando un choque en moto lo dejó postrado en una cama del hospital Larcade de San Miguel, sus ojos se convirtieron en la principal ventana con el mundo exterior, ese que siguió moviéndose al ritmo del tic tac cuando su cuerpo se detuvo.
Con esos mismos ojos escudriñó
a su padre cuando lo visitó, por primera vez después del accidente, para decir: “Le avisé a este boludo que no mezclara cuando maneja”. Fue lo último que le dijo, porque nunca volvió a verlo. Su madre y hermanas lo visitan, pero no tienen lugar para alojarlo.
Marcos deja de mirar atentamente El Zorro para fijar los ojazos en la extraña visita.

La lista de donaciones para los internados sociales de los hospitales Larcade (San Miguel) y Mercante (José C. Paz).

-Ropa de talle M o L:
Remeras, pantalones, sweaters, camperas
-Camisones
-Ojotas, pantuflas o alpargatas talle 38 a 42
-Sillas plásticas o banquetas
-Toallas
-Elementos de higiene: jabones, desodorantes, champú, acondicionador, maquinitas de afeitar
-Muletas
-Colchones inflables

Hay dos jóvenes y un hombre mayor en el Larcade que no tienen familia o nadie puede hacerse cargo de su situación. Llevan más de dos años internados (Gutiérrez, paciente de 50 años que padeció un ACV, cuatro), y las nueve enfermeras que se hacen cargo de su higiene personal (además del Servicio de Clínica Médica) cuentan que tienen prendas viejas y no hay quien las lave.
En el hospital Mercante hay cuatro personas: una paciente psiquiátrica, un hombre con tuberculosis abandonado por la familia y otros dos hombres que llegaron derivados de otros hospitales.

¡A estar atentos, si quieren saber más, que pronto narraremos algunas de las historias de los destinatarios del primer evento de Tu tiempo es hoy!

Todo se recibirá el domingo 25 de marzo, a partir de las 21.30, en el show que dará Kalimba Reggae en Pelthom Bar (Gelly Obes 4910, José C. Paz).

domingo, 19 de febrero de 2012

¿Cómo puedo hacer para saciar mi inquietud sin dejar de tomar cervezas los domingos con mis amigos?

“No hay un solo domingo que no me arrepienta del tiempo que gasto cerveceando con las chicas”, me dijo, y el timón de la charla giró todo a babor. Me sentía estancado desde hacía un rato largo. La necesidad de contribuir con un cuarto de grano de arena para cambiar el mundo me picaba en la cabeza y el pecho cada vez más intensamente.
No sé si podría llamarse cuenta pendiente. Ni deuda social, ni hobby cool. La palabra necesidad es tan amplia, y sin embargo… tenía ganas de empezar a hacer y dejar de decir, básicamente. Cortar con el vacío, el hueco silencioso que me queda después de protestar porque los hospitales no pueden atender como la gente a (precisamente) la gente, lamentarme por los duendes descalzos que piden en el tren una moneda para llegar al sol, decepcionarme con el compromiso doble faz de los políticos.
La conversación con mi amiga, quien había conocido a uno de esos seres que lo llenan a uno de inspiración y ganas de hacer cosas grandiosas, funcionó como esas combinaciones de drogas energizantes y depresivas a la vez que terminan cada tanto alguna vida célebre. Me acosté tarde, triste, ensimismado, enojado y con un millón de ideas burbujeantes a punto de hervir, todas obsoletas. Dormirme me llevó unas dos horas y 32 vueltas sobre mi propio eje en la cama.
¡La mañana cambió tanto el curso del río! La pregunta llevaba a la respuesta: ¿Cómo puedo hacer para saciar mi inquietud sin dejar de tomar cervezas los domingos con mis amigos? Primero, pensé en ellos. Después, en el bar que fue mi segundo hogar en los últimos tres años y pico. Hablé con los chicos, y pensaron en tantos otros bares y en unas cuantas causas en las que la ausencia de un hogar, una familia, una frazada para el invierno, hacían de la vida de las personas una tortura.
Así surgió Tu Tiempo es Hoy, un proyecto con las puertas, ventanas y (sobre todo) los brazos abiertos para que se sume todo aquel que tenga la motivación de colaborar con aquellos que están desplazados.