domingo, 3 de junio de 2012

El otro cacerolazo



El comedor "Primero los Niños" queda en Mariano Acosta,
partido de Merlo.
-A veces las madres se traen sus ollas, y como tienen agujeros tapados con algún trapito, les doy una de las mías. Acá siempre que hay comida, se cocina.
  
A Silvia le sobran razones para quejarse. Hizo lo imposible y más para criar a su hijo Matías, que padecía una grave enfermedad neurodegenerativa. Vive en una humilde casita del barrio Santa Isabel, en Mariano Acosta, donde el fondo de Merlo comienza a vislumbrar Marcos Paz. Tiene un par de garrafas que le dan gas y algunas estufas que mantienen cálidos dos espacios: la habitación y un cuarto en el que acumula las bolsas llenas de ropa que repartirá entre los duendes del barrio, a los que ayuda a crecer, formarse, alejarse de lo malo (porque nadie puede discernir entre el bien y el mal, pero todos somos capaces de distinguir qué es bueno y malo para nosotros y los que nos rodean).

Junto a su marido Raúl y dos vecinas, cocinan para unos 150 chicos. Eran 30 cuando empezó, hace unos años. La multiplicidad fue consecuencia de las familias ampliadas a la velocidad de la luz en un barrio salpicado por casillas de madera, chapa, tejido y tierra, al que los gobernantes y opositores se arriman curiosamente durante las campañas electorales para montar comedores comunitarios. Después, como a los discursos, se los lleva el viento.
Pero aunque eso, y aunque lo otro, por más que haya vivido acostumbrada a las piedras en el camino, ella agarra las cacerolas, los fideos, las latas de tomate, el arroz, y prepara comida para los enanitos que le golpean las manos todos los fines de semana.
No basta con la comida, sabe, y por eso cuenta que a una de las chicas que crecieron junto a ella la convenció de estudiar, le señaló con crudeza la vida de su madre, alcohólica, y le poda las ramas para que el árbol crezca derecho.
También por eso, protegida por sus lentes y blandiendo la profundidad de la sencillez, quiere ampliar la biblioteca donde una vecina y colaboradora guarda los diccionarios, los libros y las enciclopedias que recibió, o menciona a quienes se quieren acercar al barrio para dar charlas de educación sexual.

Silvia agradece y habla con desenfreno, mirando siempre a los ojos a las chicas, incluso cuando soy yo el que interroga. Si me preguntás, yo creo que Silvia las mira raudamente porque admira a las mujeres, porque entiende que detrás de ellas, de las hormonas, el útero, la leche, el parto, el dolor, los cuentos de hadas, la igualdad de género, el significado del sustantivo abstracto belleza, hay una herramienta para salvar al mundo. También creo que Silvia sueña con muchas Silvias, desde otros contextos pero con el corazón en la mano, sin comer vidrio pero con el corazón en una caja con un moño.

-Estamos cansados de la inseguridad, de que nos mientan. Si la Justicia no funciona, no funciona el país –dice otra señora en el sitio web del diario La Nación. Quizás tenga la misma edad de Silvia. Probablemente, además, tiene sus razones para quejarse. Y hasta coincide en el revolucionario método: usa cacerolas para dejarle un país mejor a sus bisnietos.

A horas de distancia, quizás minutos, quizás años luz, Silvia sonríe cuando cuenta que Matías se entusiasmaba tanto escuchando a Camilo Sesto (que me recuerda a los discos de pasta de mi abuela) que una vez, sacudiéndose en la cama, se cayó al piso, decí que tenía todo lleno de almohadones.
Los que integramos Tu Tiempo es Hoy, mientras tanto, nos alegramos del show de Sam and the Roll Boys y de Ayres, nos ilusionamos con que todos los que acercaron una colaboración entiendan, como Silvia, que en vez de protestar se puede actuar.
La dejamos tranquila, a Silvia, y desandamos los caminos y las casillas de Mariano Acosta. Los chicos del barrio vieron llegar bolsas y ya saben que se viene un cacerolazo.



Para colaborar con "Matías: los Chicos Primero", el comedor de Merlo, llamar al 11-6650-9713 o escribir en Facebook a Grandes Esperanzas o Tu Tiempo es Hoy.

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