lunes, 30 de abril de 2012

No hay frío que aguante


Cada tanto pasaba un tren y, con un bocinazo, intentaba ahuyentar al frío. Pero no. Al contrario. Parecía sacudir ese vientito que me obligaba a pensar, entre tanta cosa dando vueltas por el pecho y el bocho, en cómo hacen en la base Marambio, cómo hacen los isleños de Malvinas, cómo hace Rodolfo, el señor que duerme en la calle, se sumó a las cenas de Manos Abiertas poco tiempo atrás, está haciendo talleres de panadería y trabaja durante cada evento para ayudar a la agrupación que lo rescató.
Tampoco sé bien cómo hicimos nosotros. Cuando las nubes se arremolinaban allá arriba y el gris se volvía marrón, cuando el escenario, los instrumentos, cables y amplificadores se entregaban indefensos a la clemencia del cielo, pensé lo peor.
-Ya sale el sol. Te lo prometo –le decía a todos, pero internamente me imaginaba a la batería y los 34 integrantes de la Socialista VillaClub FunkBand volando por los aires entre un camión y una vaca, al mejor estilo Kentucky en videos de la CNN. El sol no salió, pero el único tornado que hizo mover las patitas a todos fue la música.

miércoles, 25 de abril de 2012

Cada gota del mar


Te juro que es así como te lo cuento. Sí, ya sé que suena a leyenda (con)urbana. Como la bañera llena de hielos y tus riñones saludándote desde una Traffic. La burundanga o la novela de Vandenbroele. Pero las cosas fueron así como te las estoy contando. Es importante que prestes atención. ¿Que cómo me enteré? Porque apareció Arielito con la cuestión y arengó con esa idea que tiene del periodismo solidario, la historia fundacional del Bar del paraíso y todo lo demás. Y viste cómo es. Ahora que se le metió en la cabeza el tema de “mejorar el mundo sin dejar de disfrutar del arte, los amigos y la cerveza” está mezclando todo con todo. La cosa es que un mediodía me cruzó por chat, me hizo un planteo delirante (no, bueno, tampoco puedo contarte todo) y después me largó la historia de Willy.

martes, 17 de abril de 2012

Bar del paraíso

No estaban de moda el speed o las cervezas artesanales, ni los necesitaban, Manuel, Mariano, Juan José y Cornelio cuando gestaban la revolución contra Baltasar Hidalgo de Cisneros, esa que conformaría el primer gobierno patrio, hace casi 201 años. Pero es famosa la historia que describe cómo las primeras ideas insurgentes nacieron en un bar.
No se conocen las coordenadas del local, aunque se cuenta que estaba cerca del río y, por ende, del burbujeante hervor del comercio y los condimentos culturales para la siempre ensaladosa Buenos Aires.
Sí he leído acerca de Don Pedro, el temerario dueño de la pocilga que ofrecía barra, aguardiente y mesas para las asambleas de quienes ilustrarían nuestros pesos. También escuché nombrar a Inmaculada, la joven que les servía las bebidas, cortaba la rudeza del ambiente con el perfume de los jazmines y hasta habría roto el corazón de Castelli sin querer queriendo.

lunes, 9 de abril de 2012

De manos y cabezas abiertas


Una señora niega con la cabeza. Tiene en los rulos la tintura de hace algunos días, un reloj distinguido y un maletín de cuero negro. El duendecito, descalzo, se limpia los mocos con la misma mano que extiende a los pasajeros para saludarlos uno por uno, acaso un buen golpe de marketing enseñado estratégicamente.
Una chica le da cincuenta centavos al duende, que canta y toca un acordeón de fantasía (lo más parecido a jugar) a la vez. La señora vuelve a negar con la cabeza, ahora reprobando la actitud de su vecina de vagón.
-Se lo dan a los padres. O se compran droga –me susurra. Yo hago de cuenta que los auriculares no me dejaron escucharla y me abstraigo mirando la ventanilla, la lluvia, los aviones de El Palomar.
No tengo ganas de discutir, hoy. Me da pachorra y –me reconozco errado y escéptico- no voy a cambiar mucho. Pero déjeme decirle internamente, señora, que lo suyo es una excusa.
Alguna vez pensé como usted. Conozco gente respetable que también lo hace. Un día, vi como uno de estos duendecitos, de no más de ocho años, recibía una paliza en el andén de Retiro. La que lo golpeaba podría ser su madre o su hermana mayor. Lo que supe con certeza es que le pegaba y lo cacheteaba por haber gastado parte de las limosnas recaudadas ese día.

lunes, 2 de abril de 2012

El otro séptimo día


Nos reímos. Sonreímos. Vimos, en silencio, el brillo congelado de la muerte en un par de ojos vidriosos. Nos arrodillamos ante Javier, un joven de 31 años que por una rara enfermedad que le produjo agua en el cerebro quedó “como un vegetal”, como él mismo cuenta, nos arrodillamos ante él y ante su humilde agradecimiento, nos emocionamos cuando nos pregunta cómo nos fue con el evento musical, le contamos que Kalimba toca bárbaro y que juntamos muchísimas cosas.
Nos conmovimos cuando dos vagabundos que nos vieron entrando cajas y bolsas con ropa pidieron un saco, una camperita, algo, nos aliviamos cumpliendo y viéndolos abstraer sus miradas de nuevo, dirigir sus ideas al infinito, acaso al recuerdo nublado de lo que alguna vez fueron. Tuvimos la idea de armar viandas pero de ropa, una bolsita con un pantalón, una remera, un buzo, y llevarlas a todo aquel que nos crucemos en situaciones parecidas.
Nos pusimos azules con rayitas verde fluorescente de tranquilos cuando los pacientes del Larcade nos contaron lo bien que los trataban sus segundas madres, las enfermeras, cuando conocimos a Yolanda, Nito y Rosario, tres de los voluntarios que se encargan de que todos los días en el Mercante los internados sociales, que no tienen familia, tengan alguien que les hable, que les de la comida, que les corte el pelo.

domingo, 1 de abril de 2012

Caminante, hay camino


Daniel Mecca es un joven periodista y amigo que demuestra que la madurez no está emparentada con la edad, sino con lo vivido. Como tuvo reiteradas experiencias dando apoyo escolar en la Villa 20, de Lugano, le pedí que usara su historia para contagiar a la gente de solidaridad, le pedí que enumerara las razones para colaborar.
Como lo conocía, ya sabía que Mecca no me iba a hacer caso en una puta línea. Sabía que iba a citar al Che y a un tal  Dschelaleden Rumí a la vez, que iba a sacudirnos la modorra del conformismo occidental, a recordar que "somos apenas un pliego de un pliego de una ola en un inmenso mar inmenso". Mecca y la desobediencia van de la mano. Y desobedeciendo, empieza su texto. Entrenlén.


“No hay caminos, hay que caminar”, filosofa una antigua frase. Empecemos, entonces, por la desobediencia: sí hay caminos y sí hay que caminar. En la arquitectura incierta de los días, es importante saber hacia dónde vamos siempre –hacia dónde queremos ir- para empezar a construir el quiénes somos. Tener en claro el camino, no perder el foco, es una las estructuras conceptuales necesarias para toda lucha.