lunes, 9 de abril de 2012

De manos y cabezas abiertas


Una señora niega con la cabeza. Tiene en los rulos la tintura de hace algunos días, un reloj distinguido y un maletín de cuero negro. El duendecito, descalzo, se limpia los mocos con la misma mano que extiende a los pasajeros para saludarlos uno por uno, acaso un buen golpe de marketing enseñado estratégicamente.
Una chica le da cincuenta centavos al duende, que canta y toca un acordeón de fantasía (lo más parecido a jugar) a la vez. La señora vuelve a negar con la cabeza, ahora reprobando la actitud de su vecina de vagón.
-Se lo dan a los padres. O se compran droga –me susurra. Yo hago de cuenta que los auriculares no me dejaron escucharla y me abstraigo mirando la ventanilla, la lluvia, los aviones de El Palomar.
No tengo ganas de discutir, hoy. Me da pachorra y –me reconozco errado y escéptico- no voy a cambiar mucho. Pero déjeme decirle internamente, señora, que lo suyo es una excusa.
Alguna vez pensé como usted. Conozco gente respetable que también lo hace. Un día, vi como uno de estos duendecitos, de no más de ocho años, recibía una paliza en el andén de Retiro. La que lo golpeaba podría ser su madre o su hermana mayor. Lo que supe con certeza es que le pegaba y lo cacheteaba por haber gastado parte de las limosnas recaudadas ese día.

Entonces, señora, ¿cree usted que no le aliviana un poco el día con una moneda? ¿Van sus nietos al colegio, señora? ¿Caminaron alguna vez sus nietos descalzos por las vías, recorrieron vagones abarrotados en las horas pico mientras sus pares tomaban helado o volvían del zoológico? ¿Le parece que está alimentando la comodidad de sus padres, dándoles una moneda, está convencida de que fomenta la vagancia, de que el duende la va a usar con la dolosa intención de arrancarse poco a poco las costras de mugre, las cicatrices y las capas de piel corroídas por el frío hasta que, debajo de esa superficie, la larva evolucione en un joven delincuente en potencia?
Entiendo su postura, señora. Pero dígame, entonces, ¿qué otra cosa hace usted para cambiar su día, para mejorar la realidad?

Patricia, Lucía, Cecilia, Carlos y otro grupo de vecinos de Hurlingham comenzaron a juntarse en 2010 para cocinar y llevar abrigo a varias familias necesitadas de zona Oeste. Ellos formaron “Manos Abiertas”, una ONG que lleva unas siete ollas de comida todos los viernes a la plaza La Roche, de Morón, para unas 180 mujeres, chicos y personas en situación de calle.
Otro grupo se unió para hacerlo en la plaza de San Miguel, todos los miércoles a partir de las 21. Además, colectan abrigo, ropa, frazadas, útiles escolares y otros bienes que les solicitan.

Frente a la estación de Morón, todos los viernes se ven familias enteras con viandas descartables en las que los voluntarios les sirven del guiso que se juntan más temprano a preparar. Es una cadena de colaboración. Hay quienes ponen los autos para llevar las ollas, quienes manguean a negocios o remiserías servicios gratuitos, quienes se suman al trabajo semanal de la ONG y quienes, desde afuera, conocimos su trabajo, la transparencia y el desinterés que los moviliza, la clasificación ardua de sus donaciones y los censos que confirman que los que reciben ayuda la necesitan realmente.
Por eso decidimos que el segundo evento solidario de Tu Tiempo es Hoy, fuera para ayudarlos a ayudar. Fue por eso que los chicos de Hamaneratto, La Urbana y la Socialista ofrecieron su voluntad, la fusión, el rock and roll, el funk, para juntar alimentos no perecederos y frazadas el domingo 29 de abril.
El último domingo del mes, desde las 15.30, podremos disfrutar de buena música en la plaza ubicada junto a la estación de Hurlingham del ferrocarril San Martín.
Si sos de los que creen que dar una moneda en la calle a alguien que pide no es una ayuda concreta, te ofrecemos una chance de hacer algo distinto, de empezar por el principio. Si no, igual te esperamos con puré de tomates, arroz, fideos, latas de arveja, choclo, lentejas o aceite, y frazadas para las familias que reciben la ayuda de Manos Abiertas. Y usted está invitada, señora. Nunca es demasiado tarde para darse cuenta de que el tiempo es ahora.

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