Me cansé, viejo. No, no me cansé, me aburrí. Me exasperó
la gente que insiste en eso de que no hay gente como la gente. De que no se
puede ya confiar en nadie. Todo el tiempo, por pisado, fue mejor. Ya no existe
la palabra. Blablablá blablá, blablá.
No podría precisar hace cuánto vengo topándome con los
eslabones de una cadena de oro, no porque sea el metal para invertir en épocas
en las que el valor del dólar amenaza aparentemente con desatar una guerra
civil y extinguir a nuestro país, sino por su brillo, por su semejanza al sol.
Al último lo crucé hoy. Humberto, guitarrista y cantor de
zambas y chacareras, uno de los pocos del género que lograron conmoverme y me
llevaron a conocerlo. Cada vez que pasa por mi vagón del ferrocarril San Martín, una mirada cómplice
antecede a la pieza de Horacio Guaraní. Humberto sabe que es mi folclorista
preferido.