viernes, 28 de junio de 2013

La tercera es la vencida

Charlando sobre la recuperación de la Fábrica de Risas, nuestro amigo Juan Tejedor paró la oreja y nos contó que ya alguien intentó, alguna vez, retomar el proyecto del viejo Raimundo en Lomas de Zamora. Por eso, se ofreció para sintetizar la historia, aunque nadie sabe a ciencia cierta si el sueño de un loco terminó con este llamado telefónico. Ni siquiera si existió. Para este domingo tenemos esperanzas: los locos somos unos cuantos.
 
Por Juan Tejedor
Mirá el cuadro, ahí está, todavía lo tengo colgado en la pieza, qué bárbaro, tanto tiempo. Mirá: tercer año es… No; cuarto. Eso: cuarto. Mirá: todos contentos, divirtiéndonos, riéndonos. Y Dimatteo serio, con esa cara de culo que fue la única que le conocimos en nueve meses de cuarto año. “Sí, ustedes ríanse ahora, que en diciembre me voy a reír yo”, decía, ¿te acordás? Todo el tiempo decía eso: “En diciembre me voy a reír yo”. Y el 28 de noviembre no va que lo agarra un 324 en la avenida y de rebote le da otro que venía por la otra mano. Trapo lo hicieron, ¿te acordás? “En diciembre me voy a reír yo”, decía Dimatteo. Y al final, tanto esperar y ningún diciembre; no se rió un carajo.
¿Vos eras el que decía “por qué espera hasta diciembre, si sabe el chiste por qué no se ríe ahora”? ¿O era el petiso Montivero? Era Montivero, ¿no? Tenía razón, el petiso. Sí, era él, ahora me acuerdo. Que yo aquella vez le contesté: “Será por eso de que el que ríe último ríe mejor”, y fue ahí que nos dijo que eso era mentira, que el que ríe último se ríe por revancha, es un pelotudo, que el que ríe de alegría se ríe último y se ríe primero. Y se ríe en el medio. No como esos hinchas de fútbol que van primeros medio campeonato y se la pasan diciendo “todavía no festejemos”, y al final terminan quintos y no festejan un sorete. Qué clara la tenía Montivero. Metía una frase de tanto en tanto y te dejaba culo para arriba.

martes, 11 de junio de 2013

Raimundo y la Fábrica de risas

Cuentan quienes tuvieron la dicha de conocer a Don Raimundo que no tenía límites. Dicen que su humor iba en tren bala del negro azabache al amarillo patito sin estaciones intermedias. Que una vez, de puro jodón que era, le pateó el bastón al viejo García y lo terminó curando en el suelo con chistes de gallegos. Que otra vez recorrió la avenida Pavón de madrugada con tres baldes de pintura y le cambió los colores a todos los semáforos. Que su compañero de catequesis fue Jaimito. Durante su primera madurez empezó a edificar en un terreno de su abuelo y levantó un galpón que, en cuestión de meses, se convirtió en una industria.
Por Renzo Layco
Usó los ahorros para traer las máquinas
de Costa Rica, se asoció con los tres amigos más laburantes que tenía y le dio sin asco a la manivela. El humo colorido no tardó en salir de la chimenea y, en dos añitos, adquirió renombre en todo el sur del Conurbano Bonaerense por ser el dueño de la mejor Fábrica de Risas de Lomas de Zamora. Bah, de la única que había.
El negocio, por supuesto, fue un fracaso. Pero para que comiera la familia, a Don Raimundo le alcanzaba con levantar quiniela en dos o tres recorriditas matutinas. Mientras tanto, la producción de la fábrica no cesaba. Creció el personal y, exponencialmente, las risas que se entregaban en camiones por la Capital, zona Oeste, el interior del país y hasta Paraguay.
La empresa de Raimundo no tenía competencia. Producían risas estándar, risas para zurdos, carcajadas para talles especiales, risas con lágrimas, sonrisas de colegialas, dentaduras para abuelos y protectores bucales para boxeadores que podían estar recontra cagados a piñas pero no te iban a dejar de sonreír ni por casualidad.
Pero la globalización y el marketing arrasaron tanto con los afiladores de cuchillos como con las fábricas de risas, y Don Raimundo se fue poniendo mayor. Fue una tarde de otoño, saliendo de la fábrica, cuando recordó viejas andanzas y, como otras veces, empezó a reírse solo. Sería la última vez y algo en el amarillo de las hojas se lo hizo saber. Así que aprovechó, lloró de carcajadas y se murió de risa.

sábado, 8 de junio de 2013

Las mamás de la risa

Por Natalia Iocco

Hay algo con las madres, en mi vida, en mi historia, siempre hay algo con las madres. Pero este texto no va a hablar de mí, aunque un poco sí de madres. Porque eso son ellas: mamás.
Isabel Vázquez y Alicia Romero están al frente del comedor Manos Solidarias, ubicado en Iparraguirre y Orán, en Villa Lamadrid, Ingeniero Budge. Ahí empezaron en los ‘90, en la casa de la mamá de Isa (así la conocen en el barrio). Es que cuando las necesidades se hicieron notar ellas aparecieron y se organizaron, porque “algo había que hacer”.

Es mediodía y adentro hay bolsas. Paquetes con tupers y papelitos pegados que dicen “Juana x8”, “Familia Gómez x7”, y así. Son las bolsas que, en su mayoría, llevan mamás de distintas edades y a cargo de casas en las que falta de todo. En Manos solidarias les dan de comer a 500 familias todos los días. También dan talleres de hockey y música, hacen murales y tienen una pequeña biblioteca. Allí los chicos tienen siempre un lugar.
Las oficinas de Madres contra el paco, en Lomas de Zamora.
Julieta Virgili
El sol le da tregua al frío y Alicia e Isabel se paran en la puerta. No les lleva ni un minuto empezar con la lista de directivas a todos los que pasan, en su mayoría chicos y, claro, mamás. “¿Por qué estás tan desabrigada?”, “¿Trajiste el documento para que hagamos el trámite?”, “¿Fuiste a buscar el papel?”,” ¡Qué linda estás!”, “¡Qué grande!”.

En 2006 descubrieron que a pocas cuadras del comedor había un kiosco y una cocina de paco. Los más jóvenes del barrio “entraban por ese pasillo y salían destruidos”, cuentan. “Venían las madres desesperadas preguntando por sus hijos, que estaban ahí, en pésimas condiciones, drogándose”, describen como si fuera una película de terror que todos ya vimos.
Otra vez “había que hacer algo” e hicieron Madres contra el paco. Desde la ONG, dan contención a familiares y amigos de chicos con adicciones. Los asesoran, guían y ayudan en el conjunto de trámites burocráticos que vienen con el tratamiento. Aunque siempre apuntan a la prevención.
Ahora, además, están levantando un merendero en Santa Catalina, un lugar de esos que parecen de otro mundo, donde las necesidades son muchas y hace falta de todo. Entonces, todo sirve.
Las personas como ellas, sus historias, no hacen más que robarnos una sonrisa y hacernos creer que todo puede cambiar. Que para empezar a mejorar, hay que hacer algo. Para ayudarlas a ellas, entonces, un grupo de soñadores está trabajando para recuperar una vieja fábrica de risas abandonada sobre la que les contaremos más adelante. Será el domingo 30 de junio, en el teatro Ceta Espacio Escénico (Almirante Brown 2402, Lomas de Zamora).
Espectáculos de stand up, café concert, percusión, concursos y bandas en vivo que ya vamos a ir adelantando van a copar ese día el sur del Conurbano para recolectar abrigo, calzado y alimentos no perecederos, la base de la pirámide para que Manos Solidarias siga sacando sonrisas. A juntar donaciones y ganas de reír, se ha dicho.