jueves, 29 de noviembre de 2012

Tiempo de leones abiertos a ayudar a los corazones

Si bien un profesor de filosofía me enseñó que la política es el arte de lo posible, más de una vez sentí, incluso en breves momentos de credulidad, confianza o ilusión, que la política partidaria llevó siempre en nuestro país a la fragmentación. Si el fin de la política es el cambio social, si la estación terminal de las acciones políticas es el pueblo, entonces hay algo chanfleado.
No pocos confunden la solidaridad con el proselitismo. Claro que cuando se habla de un pibe descalzo y con hambre, no debe importar un pepino de dónde proviene la ayuda. La ayuda tiene que estar, de cualquier lado.
Pero cuando ese duende –que tiene 6 años y se cruza en el subte con otro de su misma edad sentado a upa de su mamá, con una bolsita de chocolates y las dos zapatillas enteras, la remera sin agujeros, los rulos igual de rulientos pero más limpios, los mocos igual de colgantes pero asistidos a domicilio- es un microscópico trofeo para sumarle una estrellita a la bandera de algún concejal, un diputado, un gobernador, un jefe de gobierno, todo un movimiento, yo me caliento un poco. Más me caliento con la indiferencia, por supuesto.

¿Pero sabés qué? Hay un hormiguero subterráneo que bulle, que resiste casi todas las tormentas y que crece. Son personas, solas o agrupadas, lejos de Batman, de Flash, de la Mujer Maravilla y la nueva versión gay de Linterna Verde y la Liga de la Justicia. Gente que da porque están convencidos de que lo que no se da, se pierde. A ver:

martes, 20 de noviembre de 2012

Vámonos pal' Sur

Cuando arrancó Tu Tiempo es Hoy, soñamos con dar la vuelta al Conurbano y, por supuesto, al globo terráqueo entero. Dos amigos quisieron llevar a Temperley esa idea humilde de usar la música, la birra, la amistad y el domingo para sumar pesados granos de arena a la playa en la que nos tocó vivir. Además de convencer a muchos otros para ayudar a Corazones Felices en nuestro primer evento en Zona Sur, Natalia, una de ellos, se dedicó a contar cómo nos sentimos.

Por Natalia Iocco
Miramos a los pibes en la calle y se nos atraganta un abrazo. Los vemos jugar o sonreír y se nos infla el pecho de esperanza. Vemos que necesitan, que les falta. Leemos que son cifras que algunos analizan a su favor o contra otros. Queremos que las cosas cambien, que los nenes sean nenes y que sólo piensen en jugar. Nos preguntamos qué o cómo ayudar, cómo ser gestores de un cambio. Mientras algunos buscamos la manera y otros se miran el ombligo, hay personas que se levantan todos los días para hacer algo, y hacen algo para que los chicos tengan un lugar donde ser chicos.
Eso pensé el domingo cuando llegué a Corazones Felices, una asociación que le da un espacio de contención a 90 pibes del barrio San José, de Temperley. Roberto y Silvia están al frente. Les dan clases de taekwondo, danza y apoyo escolar. Los sábados, desayuno, almuerzo y merienda.
Pero el domingo pasado le abrieron las puertas a Tu tiempo es hoy. Y allá fuimos. Por primera vez a Zona Sur con un evento para darle una mano a esta ONG.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Otro día de buenas noticias


Buenas, soy un tal Luis Moranelli y les traigo un notición. Hace un tiempo descubrí una receta para hacer frente a tanto quilombo y pensar, al menos por un rato, que hay materia prima para imaginar algo mejor. No digo que uno le puede ganar así de fácil a ese cardumen de malas noticias, injusticias, mentiras, hipocresía, cinismo, ochoenes y sietesd que nos atacan sin piedad. Pero hay un buen ejercicio: recordar durante unos segundos a las miles de personas que todos los días hacen algo para ayudar a otro. Poco o mucho, algo. Los famosos voluntarios, una especie rara que por suerte parece estar atravesando una interesante etapa reproductiva.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Plegaria para los niños despiertos

Corrientes y Talcahuano, 1.30 am de un miércoles cualquiera. En el medio de las luces (o tal vez en el fondo); en el fondo de las luces, de los vestidos largos y los anillos que salen del teatro, de los vendedores de sahumerios y collares, los carritos repletos de cartón esquivando colectivos y el acento portugués, hay un niño acurrucado contra una chapa.
Piñero y Lasalle, 9 am de un viernes distinto. Entre el mar de enanos que saludan a los dos extraños desde el piso, con besos voladores y aplausos, no tan obedientes como divertidos, un chico se escapa. Se acerca para dejar las cosas en claro.
-Yo quiero una remera anaranjada –avisa uno de los 440 alumnos del Jardín 902 de José C. Paz.