miércoles, 25 de abril de 2012

Cada gota del mar


Te juro que es así como te lo cuento. Sí, ya sé que suena a leyenda (con)urbana. Como la bañera llena de hielos y tus riñones saludándote desde una Traffic. La burundanga o la novela de Vandenbroele. Pero las cosas fueron así como te las estoy contando. Es importante que prestes atención. ¿Que cómo me enteré? Porque apareció Arielito con la cuestión y arengó con esa idea que tiene del periodismo solidario, la historia fundacional del Bar del paraíso y todo lo demás. Y viste cómo es. Ahora que se le metió en la cabeza el tema de “mejorar el mundo sin dejar de disfrutar del arte, los amigos y la cerveza” está mezclando todo con todo. La cosa es que un mediodía me cruzó por chat, me hizo un planteo delirante (no, bueno, tampoco puedo contarte todo) y después me largó la historia de Willy.

De Willy no tenemos otras señas referenciales más que su apodo. No sabemos de dónde viene (menos que menos adónde va). Es de algún lugar, de mediana edad, y en algún momento empezó a cirujear cerca de la estación de San Miguel. De a poco se fue quedando, y por Charlone y Perón construyó un ranchito con telas, cartones y alguna otra cosa que encontró por ahí. Digamos que hasta ese momento no era más que otra de las tantas historias que (lamentablemente) vemos cada vez más seguido. Poderosa la indiferencia que logra fundir tanta existencia en cifras y estadísticas que no queremos ver hasta que se naturalizan, pasan a formar parte del paisaje cotidiano, se vuelven invisibles.
Imposible dejar de pensar que en este caso la invisibilidad hubiera sido lo mejor que le podía pasar a Willy. Porque resulta que para un grupo de vecinos paquetones de ese barrio la indiferencia no era suficiente. No la quiero hacer demasiado alarga, así que por favor concentrate en lo que sigue porque parece de Ciencia Ficción. Todos sabemos que el mundo está lleno de gente de mierda que busca superarse día a día, pero lo que son capaces de hacer algunos no deja de sorprender.
Estos señores se organizaron y pergeñaron un plan. Se acercaron a Willy, fueron ganando su confianza y le dijeron que le habían conseguido una habitación en un hogar. Lo subieron a una camioneta, se lo llevaron con sus cosas y lo dejaron en un descampado en Moreno. A duras penas logró volver. Y empezar de nuevo, con su diabetes y su imposibilidad para caminar. Algo así le pasó a otros dos señores, cuyos hogares eran unos colchones cerca del hospital Larcade. Una noche, después de cartonear para ganarse el pan, se toparon con cenizas donde estaban sus pertenencias. Alguien les había prendido fuego todo. Lo escribo y no lo creo.
Vivir en la calle no es únicamente ser pobre. Vivir en la calle es haber perdido todos los vínculos, los ejes, las conexiones. Es pasar cada segundo de la vida a la defensiva y listo para enfrentar la peor versión del mundo, que es todavía más terrible de lo que uno puede imaginar. Así lo explican los distintos profesionales que brindan asistencia a las 5300 personas (800 en la Ciudad y 4.500 en el GBA) que están en esa situación. Para poder pensar en salir de la calle hay que recuperar el orden, tender lazos, generar estructura. Hay que recuperar la confianza.
Y algo de eso hace Manos Abiertas a la Solidaridad, una ONG que todas las semanas reparte comida a unas 200 personas en las plazas La Roche, de Morón, y Mitre, de San Miguel. También les entregan ropa, calzado y abrigo. Así encontraron a Willy, así se animó a compartir su historia.

¿Por qué te la cuento yo ahora? Acá es donde se junta todo con todo, como te decía al principio. Porque hace un tiempito Ariel, Raúl, Gastón, Pablo, Victoria, Brenda, dieron forma a Tu tiempo es hoy, un proyecto para mejorar el mundo sin dejar de disfrutar del arte, los amigos y la cerveza. El plan va cambiando, pero básicamente la idea es generar encuentros con amigos, bandas y la consigna de juntar alimentos no perecederos y frazadas para los que duermen en la calle, “los invisibles, los duendes”.
La segunda edición es el domingo 29 de abril, desde las 14.30, en la plaza ubicada al costado de la estación Hurlingham del San Martín. Tocan cuatro bandas: La UrbanaDonde Manda Marinero, la Socialista VillaClub FunkBand y Hamanneratto. Y los chicos de la compañía Circo Redondo van a estar haciendo clown y otras cositas, como pintura en vivo y un inflable para que jueguen los más chicos. Juntan arroz, fideos, puré de tomates, lentejas y arvejas. También cubiertos descartables (platos, cuchillos y tenedores, vasitos) y frazadas. Si no podés ir el domingo pero tenés ganas de ayudar, en Pelthom Bar (Gelly Obes 4910, esquina Lavalle, frente a la plaza de José C. Paz) hay una caja en la que podés dejar las donaciones (y si ninguna de estas opciones te cierra ponete en contacto con los chicos, seguramente van a encontrar una manera de resolverlo).
Yo hice mi parte y te conté la historia. Vos, ¿qué vas a hacer?

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