miércoles, 13 de noviembre de 2013

Un túnel al tiempo

El pasillo de entrada a Cultura del Sur se convirtió, un buen día, en un corredor con artesanías, muestras de fotos y mensajes que llevaban a un espacio donde la música, el calor y las ganas de ayudar se mezclaban en una gran ensalada dominguera: el Almacén de Tiempo. Si te lo perdiste, entrá a repasarlo.

Por Jazmín Bullorini 
 
Un pelilargo de barba candado vestido con una remera de Los Ramones y look punk pone una bolsa con azúcar, salsa de tomates y fideos en la caja de donaciones que había en El Almacén de Tiempo. Lo precedió un pelado de pantalones hippies que había estacionado su bici en la puerta de Cultura del Sur para dejar su aporte. Ellos y cientos de personas más, el domingo pasado se acercaron a Meeks 1066 armaron una fiesta de solidaridad, arte y rock que terminó con dos camionetas repletas de alimentos y juguetes para el comedor El Progreso de Lomas de Zamora, donde Eva recibe a más de 60 chicos cada día.
El patio-pasillo de la entrada, como de media cuadra de largo, ofició de túnel del tiempo. No es que te llevara al futuro ni al pasado precisamente, pero sí a un tiempo paralelo en el que el domingo no tenía ese bajón reflexivo de siempre. “Sorprendente”, diría cualquier propaganda de Sprayette. Y sí, así fue.
La jornada arrancó, como siempre, con el escuadrón de los guirnarleros decorando el lugar (Advertencia: cuando los veas, corré. No te quedes quieto porque te estampan una estrella de cartulina en la jeta, yo sé lo que te digo). Los artesanos armaron sus puestos y cerca de las 16, familias, grupos de amigos y la misma Eva con su marido e hijos empezaron a llegar, ninguneando a la lluvia que amenazaba desde temprano. Esa secuencia se extendió hasta bien entrada la noche, cuando seguían entrando los que venían a ver a las bandas. Como consecuencia directa de tantos visitantes, la pila de donaciones crecía y crecía.

El show de danza contemporánea abrió el tiempo y se robó las miradas cariñosas del público masculino. Detrás, llegaron Ivo Ferrer y LosTremendos para despilfarrar buena energía, rap y ternura con sus canciones. Entre tanda y tanda, las chicas del Colegio Nuestra Señora del Carmen, profesionales en el arte de vender rifas, le enchufaban numeritos a todo el que se cruzaba en su camino. Juntaron $ 750 que ya están destinados a la compra de redes, arcos y otros materiales para la Escuelita de Fútbol El Progreso, de Christian Pereyra.
Cuando cayó la noche, un colectivo de la línea 543, empresa que siempre colabora con la causa, frenó en la puerta. Como si fuera un auto de payasos, empezaron a bajar de a uno los 16 percusionistas de LaChilinga Lomas con sus bombos y redoblantes, para sacudir el letargo que quedaba de la tarde. Y funcionó. Porque después de terminar su performance, se armó el bailongo en el salón. Agarrados de las manos o sueltos, parejas, amigos y familias se movieron al ritmo que Mariano, más conocido como Selector Conciencia, imponía desde su consola.
Haaaasta que llegó Pollerapantalón a demostrar la magia de la música instrumental. No te miento, cuando estos muchachos tocan algo los pies no pueden tocar el suelo más de 20 segundos seguidos. Entre saltitos, aunque no quieras y hagas fuerza, se te mueven solos los hombros y la cabeza.
Pero el sonido de los saxos y el órgano dejó paso a la distorsión y la batería de Los Olestar, que con camisas floreadas volvieron a hacerlo: transformaron temas de Leo Mattioli, Amar Azul y Antonio Ríos en punk rock, cambiaron los pasitos de cumbia por ganas de pisar pollitos. Pero como respetamos la vida animal, saciamos la locura en un pogo desquiciado que no le hacía asco a la transpiración de la multitud. Madres de más de 50, jóvenes menores de 30 y motoqueros rudos de edad indeterminada, se amalgamaron en un cierre sin desperdicio.
Qué lindo que es soñar, y no te cuesta nada más que tiempo”, dice Kevin Johansen en una de sus canciones, y no la pifia. Hace casi dos años, un grupo de locos soñó con armar eventos, a los que llamó “tiempos”, con el fin de divertirse y ayudar. El domingo, después de haber cantado, bailado, charlado y reído con amigos, dos camionetas llenas de alimentos y juguetes se fueron para el comedor de Eva a seguir el círculo, quien se encarga de alimentar a los chicos del barrio El Progreso pero, fundamentalmente, de enseñarnos.

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