jueves, 3 de octubre de 2013

La fase experimental de los viajes en el tiempo


Queríamos hacer algo con el tiempo, pero algo bueno. Sentíamos la necesidad de pensar qué hacer con él cuando lo tenemos, también cuando decimos que no nos alcanza. Entonces le pedimos a Juan Tejedor que nos ayude a imaginar qué pasaría si no existiera el tiempo, ya pensando en el próximo evento, que nos llevará de vuelta al sur el 10 de noviembre en Cultura del Sur, Temperley.  Pasen y lean, el gran Tejedor nos da la bienvenida a un lugar sin relojes, donde el tiempo se mide en lo que hacemos con él. Y, como si vos no hacés nada, no hay tiempo, nosotros te invitamos a hacer.

Por Juan Tejedor
En la máquina del tiempo
Tony, Douglas viajarán,
Douglas, Tony viajarán.
No regresarán.
(Hugo Cipollatti Arias)

Lo que los doctores Douglas Phillips y Tony Newman descubrieron en 1968 fue que el tiempo está ahí. Todo el tiempo. Que todo el tiempo está ahí todo el tiempo. Lo que descubrieron, también, fue el camino para ir, venir, recorrer. Para llegar allí donde está el tiempo. E hicieron el recorrido, es decir, lo probaron; comprobaron que era cierto. Como hizo Colón con el camino a América, cuando puso el huevo de pie.

Como Hollywood y sus sucedáneos siempre deforman para mal las historias reales, la teleserie “El túnel del tiempo” muestra de una manera entre irreal y estúpida las experiencias de Tony y Douglas. En este programa emitido por la cadena de broadcasting ABC a lo largo de 1966 (¿cómo pudieron emitirlo en 1966 si el experimento recién se puso en práctica en 1968? La respuesta es obvia. Y la palabra “recién”, equívoca) los dos científicos andan siempre de acá para allá, de ahora para antes y después, co-mo aventureros megalómanos, ora intentando salvar el Titanic, ora echándole agua al fuego de Nerón, o peleando contra los filibusteros berberiscos, o tratando de devolverles la conciencia a humanos del futuro vestidos de papel aluminio. Siempre queriendo cambiar la historia y desinteresados –absurdo, tratándose de hombres de ciencia—de la importancia de su propio experimento: saber qué hacer con el tiempo, y cómo.

La verdad es que, después de algunas idas y venidas, Tony y Douglas descartan el valor de los viajes turísticos. En especial, los viajes al pasado que invariablemente modifican el futuro y, entonces, al volver al punto de partida no sólo es otro el presente sino también el pasado que devino este presente, por lo que hay que volver, una vez más, a aquel pasado para actuar allí en base a este nuevo presente y no al presente anterior. Se genera, evidentemente, un error de redundancia cíclica, algo que cualquiera que haya intentado copiar archivos guardados en un viejo CD sabe que es un “error fatal”. 
 

Sin llegar a causar semejantes incordios, los viajes al futuro tienen, igual que los otros, un inconveniente: te perdés de vivir el presente. Te vas al futuro, pasás un año allá y, cuando regresás al punto de partida, sos un año más viejo y tenés que explicarle al oculista que los anteojos para ver de cerca que te hizo un día antes ya no te sirven y al peluquero que la melena te creció de golpe. O peor, dejás pasar el año y volvés a un año después de la fecha en la que saliste. Ahí la que te interpela es tu señora, que no te vio durante un año entero y de golpe le aparecés en el sillón del living. Pero lo peor de todo es que con estos viajes nadie gana: son un intercambio, un trueque; viajar por el tiempo no es como viajar por el espacio. Uno puede –si es que puede— recorrer todo el mundo. Pero no puede vivir todo el tiempo.

A Tony y Douglas les llevó un tiempo (no hay manera de saber cuánto; la documentación del caso es confusa en este aspecto) darse cuenta de la falla en su proyecto. Finalmente (si es que esto fuera posible) lo comprendieron: el error era viajar en el tiempo solos; sólo ellos. Que nadie más supiera cómo hacerlo, ni que se pudiera hacer, ni que ellos lo hacían. Era –volviendo a Colón y el huevo—como si Cristóbal llegara a América él solo y no se lo contara a nadie. El chiste de la mina y la isla desierta.

Cuesta descular lo más sencillo, a veces, cuando lo tenemos muy cerca de la vista. El tiempo está ahí, todo el tiempo, todo el tiempo está ahí todo el tiempo. Eso Tony y Douglas lo sabían desde luego. ¿Y de quién es el tiempo? Eso se preguntaron ahora. Nadie es dueño del tiempo. El tiempo es de todos, todo el tiempo. Tony y Douglas entendieron. Les mostraron a todos su túnel del tiempo. Abrieron las puertas. Cedieron los derechos. Lo liberaron. Wikimedia commons. Que todos pudieran viajar por el tiempo, todo el tiempo, por todo el tiempo; todo el tiempo por todo el tiempo.

Entonces sí, cambió todo. Pero todo. El fin del mundo. O el comienzo. Las dos cosas. Todo junto. La gente empieza a irse a otra época pero, cuando llegan, los de esa época se fueron a otra. Y al volver a la suya, hay otra gente de otra época viviendo en esta y los que antes estaban ahí se fueron a un ahí distinto. Señoras de rodete y miriñaque se casan con tipos con patinetas voladoras como la de Marty McFly y antenas en la frente como el Tío Martin, y tienen hijos que nacen antes que ellos. Los fabricantes de termos van a contarle al inventor del termo cómo es un termo. Los inventores de licuadoras viajan a ver cómo es una licuadora para dibujar los planos y vuelven para inventarla. Los cucuruchos no se derriten. Chau tiempo. Todo era (es, será) un mismo tiempo. Gardel, el Mundial 86, la Revolución Francesa, la Guerra Gaucha, Astérix, el Titanic, Nerón, la ropa plateada y los berberiscos. El tiempo, por sí mismo, no existe más. El tiempo es cada uno. Cada uno es su propio tiempo. El tiempo, por sí mismo, no se mueve. Si vos no hacés nada, no hay tiempo. Vos sos el que hacés tu tiempo. El tiempo es hacer cosas; hacer algo.

Douglas y Tony –que en 1966 ya eran tipos creciditos— ya murieron. Y todavía no llegó el momento en que abren las puertas del túnel del tiempo. Pero ojo, estén todos atentos, que a lo mejor falta poco. La entrada al túnel dicen que está en Cultura del Sur, Avenida Meeks 1066, Temperley. Que todavía no está, pero está ahí. Conviene ir el domingo 10 de noviembre a comprobarlo con sus propios ojos. Y hacer cosas. El tiempo es hacer algo. Estén atentos, porque en breve, cuando estemos habilitados, les daremos más precisiones.




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