jueves, 18 de abril de 2013

Defensa del Arcoiris

Fuimos a conocer a la Escuela N° 8 del barrio Cildáñez, de Villa Lugano, gravemente inundado durante las últimas lluvias y destino de las cartucheras con útiles escolares que juntaremos en el Arcoiris más grande del Mundo. Luis iba a escribir un texto contándoles quiénes son los que van a recibirlas. Pero como además de secuaces, somos los dos editores, no nos pusimos de acuerdo y escribimos un párrafo cada uno sobre nuestras sensaciones.

Por Luis Moranelli y Ariel Caravaggio
Van diez o quince minutos de conversación. Guillermo, director de la Escuela 8 de Cildañez, en Lugano, no abusa de las palabras. Usa las justas, pero dice mucho. En el medio de la charla aparece la tentación: contar la historia desde el personaje. Segundos después, el protagonista derrumba la idea con una frase. “El problema es pensar que todo depende de si un director es copado o es choto”, dice, bien clarito. Un cachetazo para las autoridades, para sus colegas y para quien escribe esta nota.

Para quienes escriben esta nota. Desde sus computadoras. Desde el colectivo 50. Desde el patio del colegio de la calle Homero, el aula de Dirección que exhibe en su pared la “Defensa de la alegría” de Benedetti (*), quienes la escriben desde la entrada al barrio Cildáñez, ese que tras una obra en el arroyo homónimo había dejado de inundarse. Pero nada es para siempre, y a dos semanas de  las tormentas que afectaron a La Plata, Capital, La Matanza y buena parte de la Provincia, todavía se reparten ropa y elementos de limpieza en las puertas de las asociaciones civiles .

Vamos por partes. ¿A qué remite el “todo depende” de Guillermo? La escuela “Reino de Tailandia” funciona con y para la comunidad. Además de recibir a 600 chicos que comen ahí, abre las puertas al barrio. Hay talleres de oficios, clases de baile y de música, y apoyo escolar, entre otras actividades. Así deberían ser todas, pero no. Por eso el que se anima a hacer algo distinto pasa automáticamente al Olimpo de los héroes. La cagada es que muchas veces se queda solo.
“Vos podés pilotear el avión desde un simulador todo lo que quieras –dice el director-. Pero un día te tenés que subir al Boeing”. Y mientras lo afirma, anota con su birome con forma de muñequito colorido. Después, explica sin rodeos: “El morfi está garantizado, todo el turno mañana y tarde almuerzan acá. A veces es la única comida del día, a veces la mejor. Lo que más necesitan son útiles. Cartucheras con útiles”. Así nos pide que difundamos, nos difunde que pidamos en el Arcoiris más grande del Mundo. Cartucheras completas con las cosas que no son baratas, que los chicos pierden como-cualquier-chico y que se gastan: plumas a tinta, lápices, reglas, gomas, biromes, plasticola, sacapuntas.

Termina la charla. No hay mucho tiempo para hablar, la revolución no se hace desde la silla. Guillermo nos lleva al patio, donde un grupo de chicos, docentes y padres ensayan pasos que, de a poco, empiezan a coordinar. Entre la música y el ruido de los pibes que juegan al vóley en la canchita, Federico, profe de música, cuenta: “Bailamos ritmos típicos de Bolivia, como tinku, caporales y morenada, danza paraguaya y murga porteña”.

No es el acto del 25 de mayo con la lavandera y la Junta. No es la zamba ni el tango. Pero tampoco son costumbres completamente extranjeras, las que practican en el colegio de Cildáñez. Todos los alumnos, paraguayos, argentinos, bolivianos, los docentes y padres aprenden las danzas típicas y se visten con los colores del arcoiris. Y al final, liberan todas a la vez.

Con todo eso van a armar un mega baile en la calle, que repetirán varios sábados a la tarde. “La idea es que la gente se sume a la ronda y se integre hasta que se forme una única danza”, explica Guillermo, mientras se prepara para seguir con el ensayo. Sí, él también es un director de escuela que baila danzas sudamericanas, pero dijimos que no íbamos a hablar del personaje, perdón.

*
Defensa de la alegría
Mario Benedetti

Defender la alegría como una trinchera 
defenderla del escándalo y la rutina 
de la miseria y los miserables 
de las ausencias transitorias 
y las definitivas 

defender la alegría como un principio 
defenderla del pasmo y las pesadillas 
de los neutrales y de los neutrones 
de las dulces infamias 
y los graves diagnósticos 

defender la alegría como una bandera 
defenderla del rayo y la melancolía 
de los ingenuos y de los canallas 
de la retórica y los paros cardiacos 
de las endemias y las academias 

defender la alegría como un destino 
defenderla del fuego y de los bomberos 
de los suicidas y los homicidas 
de las vacaciones y del agobio 
de la obligación de estar alegres 

defender la alegría como una certeza 
defenderla del óxido y la roña 
de la famosa pátina del tiempo 
del relente y del oportunismo 
de los proxenetas de la risa 

defender la alegría como un derecho 
defenderla de dios y del invierno 
de las mayúsculas y de la muerte 
de los apellidos y las lástimas 

del azar 
y también de la alegría.

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