sábado, 9 de febrero de 2013

Tu tiempo es un año


No recordamos la fecha exacta de la fundación ni el surgimiento de Tu Tiempo es Hoy. Sí recordamos que el nombre apareció entre los párrafos que homenajeaban al Flaco Spinetta, a pocos días (¿a pocas horas?) de su partida, en las crónicas de los matutinos que le dedicaban fragmentos de sus greatest hits y sus unforgettable versos.
El aniversario de su fallecimiento, el año cumplido (¿qué es c u m p l i r años? ¿uno le cumple a los 365 días transcurridos una cuenta pendiente, o son los 12 meses los que cumplen con el pacto de perecer, la obligación de transcurrir, la puntualidad a la que el cuarto hijo varón -el bisiesto que vendría a ser como el lobizón bautizado por el presidente- se rebela?) se nos ríe en la cara, nos escupe un ojo y nos sacude por los hombros. 
Ey. Hace un año que nos juntamos por primera vez en un balcón, siempre birra y música de por medio siempre, para charlar las ganas de hacer algo. Algo para ayudar. Algo para sobrevivir a la culpa por tanto daño causado, algo que nos empuje al costado de, debajo de, arriba o afuera de ese mañana que nos enseñaron a forjar con empeño de caballo oprimido, de equino con los ojos fijados en el camino (no importa cuál), de espuelas en las costillas y latigazo en el lomo.

Uno de esos diarios tenía pedazos célebres de las canciones de Luis.

Sueña un sueño despacito entre mis manos
hasta que por la ventana suba el sol.

Muchacha piel de rayón,
no corras más, 
tu tiempo es hoy.

Tu tiempo es hoy. Tu tiempo es hoy. Tiempo: días. Hoy: presente. Un sueño despacito. 

Despacio se llega lejos, decía el italiano piano piano que la abuela repitió hasta el hartazgo durante la niñez, niñez que esperamos recuperar día tras día. Recuperar o renovar la niñez, ahí está el desafío, ¿vos querías objetivos 2013?
Hace un año empezábamos a juntarnos pensando que no sería tan complicado aprovechar que tocamos la guitarra, que nos gustan la música y la cerveza con amigos, para ofrecer un espacio al que la gente pudiera llevar cosas que le sirvieran a otros. 
No teníamos idea. De cuánta gente como la gente hay. De lo preciado de la guitarra, el brindis, los buenos amigos. De Hurlingham, de Temperley, de Villa Urquiza, del ejemplo de Silvia y su merendero, el que lleva el nombre de Matías, que se fue con este año no sin empujarnos hacia adelante y en malón. De todo este año de gente. Gente que entra en nuestras vidas con un objetivo, que a veces sin saberlo lo cumple y sale, que vuelve a entrar o no, pero que está milagrosamente armada de venas, sangre, órganos, piel, impulsos de supervivencia, cerebro, una especie se origina y se adapta pero sobre todo, principalmente y antes que cualquier otra cosa, un alma, un alma que es invisible como una canción, como la banda del Flaco, así, Invisible y poderosísima.

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