lunes, 1 de julio de 2013

Los sin techo

El colmo fue cuando llegó la Chilinga. Ahí sí, te digo, me reí de lleno, supe que el resto de las risas que me arrancó la Fábrica (carcajadas graves y disfónicas, tentadas ingobernables porque por ejemplo, los Tutuca llamaban por megáfono a las señoras o los autos que pasaban y, cuando recibían un saludo como respuesta, celebraban a los gritos como el Tano Passman festejando una Libertadores de River) no iban a ser como esa. Que esa era un cierre de la jornada, un cierre de otro tiempo, porque no podía creer hasta dónde llegamos, cada vez con más amigos dispuestos a bajar la luna o pintar el cielo si hiciera falta.
Fotos: Nicolás Edgar
El colmo fue cuando estacionó, en la esquina de Almirante Brown y Junín, un bondi de la 543 y los vi. Arriba estaba la Chilinga de Lomas, unos 36 percusionistas con sus bombos, redoblantes, zurdos, cencerros, chinchillos (no sé si es un instrumento, pero suena bien). Al frente, Carlos, el chofer con la campera azul de la línea municipal, la camisa celeste, los jeanes y lentes anchos. Anteojos que se acomodaba cuando explicaba que no sabía que tenía que llevar a una batucada, que le pidieron que estuviera puntual en la empresa esa tarde, y cuando posaba con una sonrisa de cartón sostenida para la foto.
Era un eslabón más, apenas, pero una de nosotros consiguió un bondi de línea para ir a buscar y llevar a la Chilinga. Como ella, muchos armaron la cadena, incluso el Hombre más Serio del Mundo que no se rió ni con los malabares más ridículos del continente, la acrobacia con bolsas de supermercado que hicieron los Tutuca, en enteritos elastizados que les apretaban hasta la conciencia.
Otros consiguieron otras cosas. Llevaron una piñata artesanal repleta de golosinas, montaron una muestra de fotos sobre el comedor Manos Solidarias construida desde la honestidad y no desde el hit, operaron un sonido impecable para que de las cristalinas canciones de Ignoto pudieran disfrutar hasta ellos, acomodaron sillas, juntaron ropa, vinieron a tomar una birra y reírse a nuestro lado.
Pero el primer y último eslabón de la cadena, sépanlo, es Alicia de Ingeniero Budge, como lo fueron también Silvia de Merlo, Roberto de Temperley, Juanjo de Hurlingham. Gente que no sólo la pasa bien entre amigos insanos que laburan para crear un domingo d i f e r e n t e. Gente que dedica sus enteras vidas (en ese orden porque en inglés queda peliculesco pronunciado “entire lives”) al otro, con pasión, con sueños, voluntad, amor. No es que ahora seamos una secta con predicadores a cargo del blog, no.
De verdad Alicia se enfrentó en Villa Lamadrid a los que le venden porquería a los pibes, ella y otras, como no se enfrentan ni los jueces ni los políticos ni los diarios. De verdad Silvia cocina todos los fines de semana para 120 pibes de Mariano Acosta y les da apoyo escolar de lunes a viernes, en los huecos libres. Tan de verdad como uno puede llegar a enamorarse de la mirada de una chica, como podemos intentar adivinar los autores de siete temas para ganar el Bingo de Sonrisas y comer una magdalena (porque nosotros a los eventos los llamamos tiempos, a los clowns payasos y a los muffins, magdalenas), como podemos transformar Ceta o cualquier teatro llenándolo de guirnaldas, banderines, mandalas, traelas, frases, dibujos, fotos, montañas de bolsas con ropa, crayones, guitarras, chistes de Jaimito, jóvenes inquietos porque cuando algo de la sociedad no les gusta, lo mejoran.
Eso, sí. A los que hablan de la juventud con remembranzas de épocas pisadas, los que opinan de lo que está perdido y no pueden encontrarse ni el ombligo, les contamos sonriendo que están equivocados. Porque cuando llegamos a la Fábrica de Risas había un grupo de alumnas del Nuestra Señora del Carmen que rondan la quincena de abriles y vendieron más rifas que en todos los tiempos de Tu Tiempo es Hoy. Y se bancaron toda la jornada acomodando donaciones, haciendo afiches, recibiendo a la gente.

Quizás algún novato no entienda nada. Somos amigos, un grupo de amigos. Músicos, periodistas, oficinistas, administrativos, maquinistas de tren, colectiveros, percusionistas, actores, payasos, artesanos, fotógrafos, dueños de bares, pero esencialmente amigos.

Armamos festivales temáticos con artistas de toda índole para juntar donaciones que van a comedores, escuelas, hospitales. Hicimos un Mundo de Papel, el Arcoíris más grande del planeta, una Fábrica de Risas. Entre todos, cada vez es más fácil. Y estamos aprendiendo que todo es una palabra que no tiene techo. No sabemos adónde vamos. Sólo que no paramos.

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