La
frase me suena. Me preocupa repetir frases. Me preocupa repetirme, que la
solidaridad se vuelva un discurso, que los sentimientos se transformen en
palabras. Pero entiendo a Micaela.
¿Cuántos
así habrá en mi barrio? ¿En la provincia de Buenos Aires? ¿Y en el continente?
Pienso.
Recuerdo
a Victoria, cuando me dijo con voz trémula pero convencida que si cada persona
del planeta ayudara a alguien que no tiene para comer, que no tiene para
vestirse, no habría indigencia.
-Con
Juano recorrimos varios hogares o comedores de Ramos Mejía, pero en todos nos
daban vueltas, o nos trataban raro –retoma Mica. Ah, Juano es su hermano –Ninguno nos
convencía. A través de una doctora amiga suya, dimos con Silvia.
Silvia
vive en Mariano Acosta, partido de Merlo, en un barrio humilde junto a su hijo
Matías, de 14 años. Y acá se me desvela el dragón dormido, ese que custodia la
entrada a mi conciencia, el que exige a punta de fuego que no malgaste verborragia
y elija, como un Licenciado en Rompecabezas, como un buen albañil, pieza por
pieza.
Matías
tiene parálisis cerebral. Nació con serios problemas de salud que se
intensificaron con el correr de los años y lo obligaron a estar en una cama
desde muy chiquito. Vive conectado a un respirador artificial y come a través
de un aparato que Juano describe como “una especie de botón en el estómago”. Matías
no responde a los estímulos de los sentidos, con excepción del oído.
-Sólo
está bien cuando escucha música –me explica Juano. –Está todo el día escuchando
música. Tiene un mini componente con parlantes que dan a su habitación. La
gente le fue llevando cientos de discos… cumbia, rock, clásica, de todo. La música es lo
único que lo calma y, cuando algo que escucha no le gusta, se queja. Lo hace notar y hay que cambiar.
Pienso
en los Beatles. También pienso en “The music never stopped”, la película que
cuenta la historia de Gabriel, un joven hippie que se fue de su casa tras una
conflictiva relación con su autoritario padre y es encontrado años después, tras vagabundear en las calles, en
un hospital, con la memoria borrada por un tumor cerebral. Padre
e hijo comienzan a reconstruir su relación cuando descubren que lo único que
saca a Gabriel de su trance permanente es la música, los Grateful Dead, Bob
Dylan, los Sesentas en los que está enfrascado desde el futuro.
Pienso
en Tu Tiempo es Hoy. En eso de la música y el arte para ayudar. Mierda, quién habrá
sido el prolífico homo sapiens al que se le ocurrió hacer un ritmo golpeando
piedritas con ramas. No, Ariel, es una idea bastante caricaturesca del
surgimiento de la música, no seas pelotudo.
Pienso
en Wikipedia. En la antigua Grecia, me entero, el concepto de "música" se usaba también para describir a la poesía y la danza. Me quedo con el principio:
La
Música (del griego μουσική [τέχνη] - mousikē [téchnē], "el arte de las musas").
El dragón me apunta. Me desvié del camino, me fui
por las ramas, acaso por las cuerdas.
Micaela y Juan descubrieron que Silvia, frustrada
por la situación irreversible de su hijo, quiso hacer algo para ayudar al resto
a enderezar el tronquito en la etapa de crecimiento, cuando más atención requiere el árbol. Por eso abrió un comedor
al que llamó “Los niños primero”, y comenzó asistiendo a unos 50 chicos de 12 años que iban los días
de semana a merendar y los findes a almorzar y cenar.
Los
dos sabían que su tiempo era agosto de 2010, cuando comenzaron la cruzada. Desde entonces, no dejaron de
colaborar con el comedor, sumando manos y difundiendo el proyecto en sus trabajos. En su
empresa, él, armaba grandes convocatorias para llevar alimentos, juguetes,
útiles, ropa a los chicos. Ella, periodista de Olé, conseguía camisetas autografiadas
en los clubes y las rifaba para comprar las cosas que llevaban los fines de
semana.
Hoy
van más de 150 niños del barrio a lo de Silvia, quien hace las veces de madre, quien ayuda a que no dejen el colegio y tengan la panza llena para
que el único hueco que quede por llenar, por formar, sea el de la cabeza.
El
próximo evento de Tu Tiempo es Hoy le soplará el polvo a los discos que se
rescatan del baúl de los recuerdos de cualquier cincuentón para darles una
mano. Son, probablemente, algunos de los mismos discos que le alivian el dolor a
Matías.
En cuestión de días, de horas, te contamos algo más. Andá juntando alimentos no perecederos, ropa para chicos, útiles escolares y juguetes. Ah, y ganas de bailar el 27 de mayo.
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