Cada
tanto pasaba un tren y, con un bocinazo, intentaba ahuyentar al frío. Pero no.
Al contrario. Parecía sacudir ese vientito que me obligaba a pensar, entre
tanta cosa dando vueltas por el pecho y el bocho, en cómo hacen en la base
Marambio, cómo hacen los isleños de Malvinas, cómo hace Rodolfo, el señor que
duerme en la calle, se sumó a las cenas de Manos Abiertas poco tiempo atrás,
está haciendo talleres de panadería y trabaja durante cada evento para ayudar a
la agrupación que lo rescató.
Tampoco
sé bien cómo hicimos nosotros. Cuando las nubes se arremolinaban allá arriba y
el gris se volvía marrón, cuando el escenario, los instrumentos, cables y
amplificadores se entregaban indefensos a la clemencia del cielo, pensé lo peor.
-Ya
sale el sol. Te lo prometo –le decía a todos, pero internamente me imaginaba a la
batería y los 34 integrantes de la Socialista VillaClub FunkBand volando por
los aires entre un camión y una vaca, al mejor estilo Kentucky en videos de la CNN.
El sol no salió, pero el único tornado que hizo mover las patitas a todos fue
la música.



