Por Sol Tiscornia
¿Qué tiene de bueno
un mundo de papel? El papel se rompe, se moja, se ensucia, se pone viejo y si
viene un viento muy fuerte se va volando y desaparece. Hasta los tres
chanchitos sabían que no se puede construir con él. ¿Por qué no armar un
universo de acero, de piedra o hasta de tierra? Algo duro e inalterable. La
gente de Tu Tiempo es Hoy, Manos Abiertas y Tu Ayuda Suma, los organizadores
del evento solidario que se hizo el domingo 10 de marzo en la Universidad
Nacional de General Sarmiento (UNGS), insistió en que querían hacer un Mundo de Papel y que ése y ningún otro sería el material predilecto. No el más fuerte,
ni resistente ni provechoso, dijeron, “es simplemente el mejor”.
En esa “ciudad
fantástica” que crearían habría música, actores, artesanos, bandas en vivo,
murgueros, brujas, princesas y hasta puestos de hamburguesas y tacos mexicanos.
Todo sostenido por hojas y cartones. De ellos dependería la suerte de cerca de
mil personas que reciben la ayuda de tres instituciones para las que esperaban
recolectar pilas de alimentos y útiles escolares. La planearon por semanas. Se
proveyeron de tijeras, plasticolas, diarios viejos, cartulinas nuevas y
revistas con estampas de modelos famosas para ayudarla a nacer. Anunciaron su
inauguración en la radio y la esperaron ansiosos. El domingo, aseguraron los
meteorólogos, llovería. El agua deshace el papel.
A pesar de haber
elegido el material más inelegible, lo lograron: el domingo el predio de la UNGS
fue un desfile de adultos barbudos que se dejaban pintar corazones en los
cachetes para que les den caramelos a cambio, carreras con mujeres saltando
hacia la meta adentro de bolsas de papas y padres dejando celulares de lado
para jugar a las bolitas. Ahí, a diferencia de lo que creía Saint-Exupéry,
nadie pareció haberse olvidado de cómo era ser chico.
Para colaborar con
los dolores de cabeza de arquitectos, ingenieros y vendedores de ladrillos, lo
del papel funcionó. Había hojas para dibujar, para escribir, para guiar a los
buscadores de tesoros, para que los artesanos envuelvan sus artesanías y para
definir a qué hora tenían que subir al escenario los murgueros de La Moña
Suelta, los clowns de Tutuca, los bailarines y bailarinas de Pentagrama, la
cantante Yani Hernández y los músicos de Tierra Fértil, Los Marsupiales, Sam
& The Roll Boys y Pety Soundsystem, que desde las 17 llenaron de acordes y
ritmos variados el predio de la universidad. Había papeles de colores con los
que la gente pagaba la comida, y que después las organizaciones usarán para
comprar otras comidas o útiles y cuadernos con otros papeles adentro. Algunos pedazos se transformaron en rifas, varios sirvieron para limpiar las caras
pintadas de los nenes que corrían por la universidad con los cachetes llenos de
rush tras haber cumplido las prendas para encontrar el tesoro, o se
transformaron en avioncitos y dieron vueltas por el cielo de la UNGS.
Finalmente, que el
Mundo de Papel no haya sido sólo de papel y se pareciera en muchas cosas al mundo real
del resto de los días, no resultó ser algo malo. Los mismos visitantes, después
de haberse sacado del pecho la intriga y el misterio que les habían provocado
los panfletos que describían esta ciudad extraña, lo debatieron amablemente
durante la tarde del domingo: “En un mundo de papel no puede haber piletas, ni
playa, ni agua. Tendríamos mucha sed y las pelotas de fútbol se romperían muy
rápido”, reflexionó Joaquín, de 11 años. “Puede ser algo muy sensible, pero
habría que dibujar todo el tiempo y uno a veces quiere hacer otras cosas además
de dibujar”, acotó Santiago, su amigo inseparable. Muchos habían llegado a la
universidad temerosos, preguntando qué pasaría si les daba hambre. ¿Acaso los
harían degustar cartulinas? Otros no se animaban a consultar las opciones para
beber. Aliviados, disfrutaron de la tarde admirando el césped y la carne.
Uno de ellos, todavía curioso, insistió en saber más. Que si el mundo era de tierra, de nubes, de mesas, personas y ladrillos, por qué lo llamarían de papel. Si las hojas, a diferencia de las paredes, los árboles y el aire, no durarían nada. En ellas ninguna vida se juega y cualquiera puede romperlas, venderlas o tirarlas. “¿Por qué algo tan pequeño es tan importante?”, preguntaba. Y de pronto, un coro de clowns, músicos, actores, payasos y murgueros comenzaron a hablar. Uno decía que el papel puede cambiar de forma, de colores, volverse más alegre o más sobrio. Otro, que es frágil, pero que lo es porque es permeable. A su lado, alguien agregó que se rompe porque es liviano y que se mancha porque recorre mucho. Insistían en que si se junta mucho papel y si se pone trabajo y voluntad, se puede hacer un mundo nuevo. Que uno puede elegir su tamaño, diseñar sus rincones y definir sus ángulos. Aunque reconocieron que parte de lo que decía el hombre curioso era verdad: que a veces el papel era inservible. Sin embargo, revelaron que ellos conocían el truco que lo hacía funcionar: “Es completamente necesario que haya muchas hojas juntas- aseguraron- Si están separadas, no cubren ni crean nada. En definitiva, nada muy distinto a lo que pasa con las personas”.
Fotos: Majo Rodriguez Villarroel / Jazmín Bullorini |
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