
No podría precisar hace cuánto vengo topándome con los
eslabones de una cadena de oro, no porque sea el metal para invertir en épocas
en las que el valor del dólar amenaza aparentemente con desatar una guerra
civil y extinguir a nuestro país, sino por su brillo, por su semejanza al sol.
Al último lo crucé hoy. Humberto, guitarrista y cantor de
zambas y chacareras, uno de los pocos del género que lograron conmoverme y me
llevaron a conocerlo. Cada vez que pasa por mi vagón del ferrocarril San Martín, una mirada cómplice
antecede a la pieza de Horacio Guaraní. Humberto sabe que es mi folclorista
preferido.
También sabe que soy periodista, y que me gusta la Gente
que sí. Hoy, me contó de su última visita a Los Ángeles, donde vive su hijo.
Cuando va “con los gringos”, como él dice, lleva su criolla y sus coplas.

Humberto sonríe. Le desea a la gente un buen día, le hace
frente a la lluvia, le canta con especial fulgor en los ojos a los niños. Fue
la última puntada de una soga que veo crecer día a día.
Rosa fue la anterior. Ella, sus hijos y su esposo atienden
en Pelthom Bar. A Rosa, maravillosa como la canción de Sandro, a quien suelen
llamar Rosita, se le ocurrió que el Día del Niño tenía que juntar juguetes para
dos escuelas públicas de José C. Paz. Y para Tu Tiempo es Hoy.
Rosita, quien difícilmente deja de bailar, sonreír y
mover ampulosamente las manos cuando está convencida de lo que dice (o sea,
todo el tiempo), convenció a Juan de que tocara junto a todos los chicos que
quisieran participar del festejo.
Juan, que se llama también Antonio Ferreyra, pero le
dicen JAF, y agota entradas en los bares de buena vida o mala muerte de
cualquier condado, cumplió la palabra que dio hace un año. Tocó, gratis, sin
cobrar un peso, para el Día del Niño.
-A los chicos –dijo con un gesto serio, casi de reto, que
le arqueó un poco más la ceja derecha como al Capitán Garfio- hay que
escucharlos. Siempre que tengan una manifestación artística para compartir, por
mínima que sea, hay que escucharlos. Se están comunicando desde lo más puro de
su expresión.
Y así lo hizo, durante unas dos horas. Entendió la idea
de Rosita, de un festejo de chicos para chicos, sin alcohol ni humo, con
globos, payasos y colores. Cada pibe que quiso copó el escenario y sacudió con
entusiasmo la batería al compás del blues del viejo zorro de bares que se fue,
silencioso como llegó, con el abrigo al hombro y la guitarra en la mano.
Hay gente como la gente, y hay gente como Milena, una
joven bailarina y profesora de danza que tuvo la idea de aprovechar la muestra
de sus pigmeas alumnitas para pedirle juguetes a los asistentes. Milena, como
María Elena de Troya, nacida de un huevo de cisne engendrado por Zeuz, como
Humberto, Rosita y JAF, como otro Juan que nos llenó una camioneta de juguetes, andan por la calle obteniendo lo que se proponen.

No hay comentarios:
Publicar un comentario