Por Yasmín Olid
Uno puede escribir por muchas razones. Para desahogarse,
porque quiere que alguien o muchos entiendan, para generar algo. Hoy es una de
esas veces que necesito sacar muchísimas cosas de adentro y que alguien
reaccione, aunque sea solo uno. Con eso me sobra.

Al mediodía llegaron unos 15 chicos de la Escuela N°16, de Merlo, que venían a traer alimentos no perecederos y conocer el comedor, era el
resultado de un trabajo práctico que después tenían que presentar. Me tocó
explicarles con Raúl dónde estaban, cuál era la realidad que los rodeaba, el
esfuerzo que hace Silvia, cómo podían ayudar, y cuánta respuesta a sus
preguntas pudiera darle. Al principio costó. Tímidos, un poco conmovidos, no
querían hablar; un par hasta tuvieron que alejarse por la vergüenza de las
lágrimas que asoman en momentos incómodos.
Mientras les explicaba que no tenían que sentirse mal o culpables de lo que tenían, que al contrario podían hacer un montón de cosas
para ayudar como contarle todo lo que vivieron ese día a los chicos de otros
años, me acordé de la primera vez que fui a Chaco. Se me vino a la cabeza esa
sensación de no poder contener todo lo que me estaba pasando, de no entender
porqué algunos tienen tanto y otros tan poco, volví a sentir esa impotencia y
bronca de querer solucionar todo lo que estaba viendo y no poder.
Como alguna vez alguien se me acercó y me explicó lo que
sí podía hacer, les conté a esos chicos mi experiencia, les dejé el contacto de
Tu tiempo es Hoy.

A la ida con Ariel nos la pasamos hablando del Mundial,
de la alegría y lo feliz que nos estaba haciendo a todos los argentinos el
fútbol, esa cosa tan hermosa que juego, que miro y me regala tardes
increíbles con amigas. Cuando llegamos, todo eso quedó en un tercerísimo o
cuarto plano. No quiere decir que hoy no aliente, no me desviva y grite durante
cada segundo del partido. Pero mañana, pasado, traspasado, Argentina sigue
siendo Argentina, quizás (ojalá) con un festejo más en el haber. Y el comedor de Silvia, la
fundación de Guada y los miles de lugares y personas que laburan todo los días
para que otros coman, aprendan, salgan de las drogas y millones de cosas más,
siguen estando.
Por eso te propongo algo: festejá, gritá, corré de rodillas
hasta el Obelisco, pero cuando todo eso pase acordate que hay mucho por hacer y
es súper sencillo. Silvia, Raúl, Guada lo hacen todos los días, no hay
excusas. La mejor promesa que podés hacer hoy por la Selección es que si “pasa
lo que todos queremos que pase”, vas a salir a dar una mano a los muchos que la
necesitan. Pero OJO, para prometerlo, hay que sentirlo.